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se publicó primero en Nuestra Señora de la Claraesperanza.
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“El reinado de Cristo para este mundo: Ser una persona cualquiera; pasar desapercibido, ser humilde, tener verdadera caridad, demostrando amor.”
“Tengamos paciencia con todos, pero sobre todo con nosotros mismos; es decir, no turbarnos por nuestras imperfecciones y tengamos valor para mirarnos a la cara como en un espejo. Sería bueno hacerlo cada día, para poder empezar siempre y no pensar jamás que hemos hecho bastante por nuestra salvación, que es la de nuestro prójimo.”
“Mucha Paz
buscar alegría
saber esperar
caridad y caridad
ver en cada uno su lado bueno
y sus existentes buenas cualidades.”
“Debemos ver en nosotros los dos sentimientos útiles, puestos por Dios en nuestra naturaleza 'estima de sí mismo y deseo de ser estimados por los demás'.
El primer crimen del orgullo consiste en llevar al extremo la estima de sí mismo.
La humildad es la virtud especial que se apodera de las dos tendencias que están en nosotros; para sostenerlas en su vitalidad, protegiéndolas de los excesos que nos llevaría el orgullo.
La humildad no anula el sentimiento de la dignidad personal ni el deseo de la estima, sino regularlos.
Las virtudes naturales y las sobrenaturales tienen el mismo objeto: el bien.”
“Hay una humildad que dice que no somos nadie solos, y que repite nuestra indigencia. Pero hay otra, puede que sea superior; la que consiste en no hablar de sí mismo; porque uno se ha olvidado de sí, y sólo piensa en Dios que está en los demás.”
“Ver en los otros lo que no debemos hacer a Dios; pero ojo!, tenemos que ser humildes.”
“El infierno es no tener ya más que a uno mismo; el Cielo no tener más que a Dios y la pobreza nos hace entrar en el hoy.”
“Dios desearía:
Que estuviera en completa disponibilidad, que los quiera lo mejor posible.
Ser dócil a sus sugerencias.
Mirar y admirad en ellos sus grandes y verdaderas virtudes.
La locura del evangelio es una locura tranquila (cansancio y tensión no tiene nada de evangélicos).”
“Escuchar se ha convertido en el acto más importante del cristiano.
Para qué hablar tanto de nosotros mismos sin dejar, a causa de eso, hacer que los otros hablen de sí.”
“Vivir es saber amar, pensar, sufrir.”
“Saber sonreír ¡qué fuerza!”
“Que el hombre esté presto a escuchar; lento para hablar; lento para encolerizarse.”
“Desarrolla en nosotros el gusto por el silencio.”
“Tú nos darás la paz y la alegre tranquilidad, necesaria para poder unirnos a Ti y hacer juntos lo que haya que hacer para la felicidad de nuestro prójimo y seamos todos unos en Ti”
“Tú eres uno y yo soy uno
uno y uno que son dos
dos que deberíamos ser uno
¡Ay! si lo quisiera Dios”
“Ser libre, Señor, ahora ya lo sé, es querer.
Querer lo que Tú quieres, amar lo que tú amas.
Y cuando hace falta escoger, escoger sencillamente lo que Tú escogerías.”
“Las palabras de la Virgen en sus mayores alegrías y sus más grandes angustias fueron: ‘Hágase en mi según tu palabra’”
“No deberíamos nunca odiarnos. ¡Hay tan poco tiempo para amarse!”
“La santidad no consiste en una búsqueda inquieta de la perfección propia, sino en el cumplimiento humilde y confiado de la misión recibida del Señor”.
“La revelación del Evangelio nos enseña el amor de Dios inseparable del amor a los hombres.”
“La pobreza evangélica no es más que una consecuencia del amor.”
“Le pedimos algo, y Él nos da algo más importante que nosotros no vemos ni comprendemos; ¡qué tontos y orgullosos somos!”
“Dejarse amar es ser humilde.”
“Sonrientemente atenta para oír el mensaje que trae cada visitante”
“ Amar a los demás es dejar que Dios ame, en nosotros, a los demás; por otra parte, en el prójimo, todavía es Dios a quien debemos encontrar y amar. Dios amante, Dios amado, Dios a la partida, de nuevo Dios a la llegada.”
“Dios vive en cada ser, y aguarda ser adivinado allí para crecer.”
“La humildad de María brilla en su silencio, es lo más elocuente.”
“María: máxima en su fidelidad a Dios y a los hombres.
Realizó la más perfecta armonía entre contemplación y acción a través de las tareas más humildes de su vida cotidiana.”
“La cruz son dos palos enjutos, enclavados y sobre esta cruz clavaron a Cristo. Muere y sobre esta muerte Cristo resucita. ¿Cómo va a resucitar Cristo y no va a resucitar la cruz? La Eucaristía es el fruto de ese árbol de la vida. Cuando Cristo en el juicio final venga con la cruz, no será la cruz muerta en la que murió, será el árbol frondoso de vida, Cruz resucitada.”
“¡Dios mío! Bendito seas por las ternuras que has puesto en mi ruta”.
“Amo la soledad interior pero el aislamiento le pesa a mi alma”.
“Haznos comprender que no podemos ser tus discípulos, tus amigos, sin ser, contigo, crucificados”.
“La cruz de cada día, regalo de Dios, llevarla pues con muchísima alegría.
Él es el camino de la verdadera vida.
Él nos da el querer obrar y es infinitamente activo con el alma que se le da totalmente.
No podemos llevar a los demás sino lo que hayamos recibido. Y sólo recibimos para dar.”
“Era José un hombre como tantos otros. Y que puede esperarse de un habitante de la aldea perdida como era Nazaret? Sólo trabajo todos los días siempre con el mismo esfuerzo.
Pero el nombre de José en hebreo significa Dios añadirá. Dios añade a la vida santa de los que cumplen su voluntad.
José podía hacer suyas las palabras que pronunció Santa María su Esposa
«ha hecho en mi cosas grandes Aquel que es todo poderoso, porque se fijó en mi pequeñez».
José supo vivir, tal y como el Señor quería. por eso, la Santa Escritura alaba a José afirmando que era Justo. En hebreo justo quiere decir piadoso, cumplidor de la voluntad divina, otras veces significa bueno y caritativo con el prójimo (servidor irreprochable de Dios). Justo es el que ama a Dios con el amor, orientado siempre en servicio de sus hermanos los hombres.”
“Refugiarse en la acción cuando el pensamiento está cansado o con dolor y regresar lentamente al recogimiento interior cuando la acción se convierte en invasión y amenaza sumergirse en nuestra vida interior.”
“El ejemplo no tiene mejor aliado que el silencio.”
“Mostrarme a todos sonriente y serena.
Ser simple, veraz, siempre humilde.
Serenidad constante sin que nada traicione ni el sufrimiento psíquico, ni la angustia, ni la tristeza; simpatía, verdadera bondad del corazón”.