12 de diciembre de 2021

Pliego nº 155

Dios-con-nosotros

Estamos en el tiempo de Adviento. En estos días leeremos el texto del evangelio de Mateo (Mt 1, 18-24) donde en sueños se le aparece a José el Ángel del Señor y le dice que no tema en acoger a María porque la criatura que hay en ella viene del Espíritu Santo. Que María dará a luz un hijo y le pondrá por nombre Jesús. Mateo en su evangelio agrega que se cumplirá lo que dijo el Señor a través del profeta Isaías: la Virgen concebirá y dará a luz un hijo y le pondrán por nombre Enmanuel que significa “Dios-con-nosotros”. (Is 7, 14). 

Cuando pensamos en Jesús, meditando los evangelios nos vienen a la mente y al corazón diversos nombres con los cuales podemos llamarle… ¿Cómo le llamamos cuando estamos solos en oración? Jesús mi pastor, mi amigo, mi hermano, Jesús mi maestro… Y otros nombres, puesto que Jesús es todo eso y más: maestro, sanador, pastor… Es también nuestro hermano, somos hijos del mismo Padre. Es amigo… Dios con nosotros, que por amor está entre nosotros.

Los seres humanos estamos sedientos de esperanza, ayer, hoy, en todas las épocas.

Hay un hermoso canto de Adviento que dice:

“Está acabando la noche y un nuevo día se acerca,                                 
vuelve a nacer la esperanza, y se apaga la tristeza.                                             
Y las estrellas nos dicen, ¡ay! que el Salvador está cerca. Maranatha…”

 


Jesús nos aporta esta esperanza que el mundo necesita. No es una esperanza de que nuestros problemas se arreglarán todos, o una esperanza de que Dios nos dará todo lo que queremos… La esperanza que nos aporta Jesús no es una esperanza de que no tendremos dificultades en esta vida. Es una esperanza llena de confianza de que él nos ayudará a atravesar esas dificultades, porque él las atraviesa con nosotros. Es una esperanza en el amor de Dios que nos transforma y nos hacer crecer como personas, como creyentes…  Es una esperanza de sabernos amados, esperados, acompañados, consolados; una esperanza de que con él nuevos caminos son posibles… Una esperanza que nos llena de paz ya que Jesús es “Príncipe de la paz”.  (Is 9,5)

Para encontrar a este Dios-con-nosotros no hay que ir lejos, pues él viene a nosotros. Eso es lo que vamos a celebrar. Para ello estamos invitados a abrir todas las puertas de par en par. Se trata de abrir todo nuestro ser… Incluso esas partes de nuestra persona, de nuestra personalidad que nos cuesta abrir a Jesús… Quizá por miedo a que él vea nuestros lados menos “gloriosos”…  Miedo a ser juzgados… Sin embargo, Jesús viene ahora como un niño recién nacido que desea sólo ser acogido… Y un niño recién nacido no da miedo. Él nos trae amor, paz, alegría… Desea estar presente en nuestras vidas… Enmanuel Dios-con-nosotros.

María de Jesús Chávez-Camacho Pedraza
Pineda de Mar (Barcelona)

 

Atisbo

 


Imagen acompañada de un escrito o pensamiento de Dolores Bigourdan (Canarias 1903 - Barcelona 1989) con el fin de ofrecer un espacio de reflexión. 

 

En Clave de 'Ser' - Faceta Maternal de la Mujer

 

En Clave de Ser, un montaje radial, elaborado por el equipo del Espacio Dolores Bigourdan, para ayudar a la meditación y la reflexión. 

 

12 de noviembre de 2021

Pliego nº 154

Caminando hacia el Ser ecológico 

Fue a raíz del trabajo intenso, prolongado y enriquecedor con la Carta de la Paz(1), (documento de sensibilización y motivador que, pretende favorecer la construcción de un mundo con mayores cuotas de paz y justicia), iniciado en el año1993, lo que me llevó a una profunda reflexión y, luego, evolución sobre algunos temas, especialmente sociales de comportamiento y cuido. 

El trabajo a favor de la construcción de una cultura de paz con el texto de la Carta de la Paz, contribuyó a despertar ‘la consciencia’; me fui dando cuenta de mi necesidad de desaprender, de reconocer mis propias faltas (portadora de injusticias, sustentadora de un estilo consumista y devastador para nosotros y el planeta; incoherente ante una fraternidad existencial; desconectada de una parte de mí (el propio cuerpo, el aire, la tierra, el sol, el agua, los minerales, la energía, entre otros elementos de vida).

Años de sensibilización sobre este tema y de enseñanza en la universidad, me fueron encaminando a sentirme conectada desde la hermandad, con una diversidad cultural y humana; y con deseos de regalar no sólo sonrisas y miradas, también aportar cambios personales que fomentaran el cuido de la vida, de la naturaleza y todo lo creado.

El punto 5 de la Carta de la Paz (2)  fue calando tanto que mis raíces existenciales primigenias se iban uniendo a todo lo existente en el universo, sintiendo el cántico de las criaturas, de san Francisco, como una oración encarnada. Formamos parte del universo y el universo forma parte de nosotros.

Fruto de este proceso y huyendo del impacto ecológico, inicié una dieta vegetariana por compasión a los animales y, tratando de aportar en la disminución de gases y residuos sólidos, además de ir en contra de la carestía de alimentos debido a la industria cárnica.


 
Existo como única posibilidad de ser, fruto de lo que me precedió históricamente (acontecimientos, ancestros, átomos, tiempo y espacio). Se juntaron en mí, un ser singular, único y que ahora, puede reír y llorar, amar y odiar, disfrutar y sufrir, crear y destruir junto a lo que existe. Sí, siento el gozo de reconocerme una con lo creado y en las múltiples formas de vida que hacen sus aportes para una buena subsistencia de todo lo que es. Siento la necesidad de crear armonía y unidad ante la amenaza y el desequilibrio palpable que vivimos por egoísmo, deseo de poder y ambición humana.

Mirémonos bien, no somos más que otras especies, aunque seamos los humanos -por ser imagen-, ‘los preferidos de Dios’ (cfr. Gn.1,26). Todos somos entes vivientes, bellos, diferentes, variados y con diversas funciones, capacidades y características dentro del ecosistema universal. Parafraseando a san Pablo diría, ‘somos un solo cuerpo con muchos miembros…’ (cfr. 1 Corintios, 12). Todo lo que concierne al planeta y a la vida, es parte de un sistema conexo que se mueve al unísono, si cada uno cumple sus funciones.

En lugar de doblegar, someter, arrasar y destruir con avaricia y decisión; algunos apostamos para que el ser humano despierte a sus capacidades de libertad, inteligencia y posibilidad de amar; superarse, crecer y aprender, además de sentir la fraternidad universal y existencial con todo lo creado.

Cada uno y cada una, reconociéndose en lo que es y aceptando su ser frágil y limitado, puede despertar a ese llamado vital de dar y entregar -no solo recibir-. Y esta tarea, “nos exige a todos pensar en el bien común y avanzar en un camino de diálogo que requiere paciencia, ascesis y generosidad, recordando siempre que la realidad es superior a la idea” (3).

¡Motívate! Es tarea de todos velar para cuidar, sanar, restaurar, amar de la mejor forma, y así responder a los desafíos actuales y hacer florecer todo cuanto existe en nuestra casa común. 

 
“(…) Alabado seas, mi Señor, en todas tus criaturas, especialmente en el hermano sol, por quien nos das el día y nos iluminas…
Alabado seas, mi Señor, por el hermano viento y por el aire y la nube y el cielo sereno y todo tiempo, por todos ellos a tus criaturas das sustento…
Alabado seas, mi Señor, por la hermana nuestra madre tierra, la cual nos sustenta, y gobierna y produce diversos frutos con coloridas flores y hierba  (4) (…)”.

Anna M. Ollé Borque
República Dominicana

[1] https://cartadelapaz.org/el-texto/.

[2] Punto 5 de la Carta de la Paz:Los seres humanos, por el mero hecho de existir -pudiendo no haber existido-, tenemos una relación fundamental: ser hermanos en la existencia. Si no existiéramos, no podríamos siquiera ser hermanos consanguíneos de nadie. Percibir esta fraternidad primordial en la existencia, nos hará más fácilmente solidarios al abrirnos a la sociedad”

[3] Encíclica del Papa Francisco (2015), LAUDATO, SI (# 201).

[4] San Francisco de Asís, Cfr. Cántico a las Criaturas.

 

                          

Atisbo

 


 

Imagen acompañada de un escrito o pensamiento de Dolores Bigourdan (Canarias 1903 - Barcelona 1989) con el fin de ofrecer un espacio de reflexión. 

 

En Claver de 'Ser' - Santos de Hoy

 

En Clave de Ser, un montaje radial, elaborado por el equipo del Espacio Dolores Bigourdan, para ayudar a la meditación y la reflexión. 

 

12 de octubre de 2021

Pliego nº 153

Esperanza en la solidaridad del cuido a los enfermos 

 El cuidado personal y comunitario es un deber humano. Cualquier persona debe ser responsable del propio cuidado y corresponsable del cuidado del grupo humano. Esto es propio del ser humano social que debe cuidar su entorno familiar, laboral, social, etc. 

En cualquier momento todos podemos enfermar y según qué diagnóstico la persona se siente más limitada y frágil. Esta realidad requiere la ayuda solidaria de los demás. No es lo mismo tener un resfriado, un tumor o una enfermedad crónica o terminal. Estamos habituados a que muchos enfermos estén hospitalizados, pero hay otros que viven la enfermedad en su casa o en residencias, y algunos están muy bien acompañados y otros solos. 

¿Cómo cuidamos y acompañamos, como grupo humano o como sociedad, a los enfermos? La sociedad ante el enfermo ha pasado por distintas etapas. Quizá el ser humano al principio no sabía lo que era la enfermedad. ¡Cuántas aventuras médicas se han realizado sin ningún conocimiento de causa! ¡Incluso se atribuía la enfermedad a los dioses! Desde el momento que se reconoce científicamente la enfermedad y cómo tratarla, ha habido una evolución muy importante. 

 
Los acompañantes de los enfermos han ido dejando paso a los profesionales de los hospitales, de los centros de salud que se responsabilizan del proceso de la enfermedad y los acompañantes han pasado a un segundo nivel. Se ha ido desplazando el papel del acompañante, cuando muchos sabemos que este forma parte del entorno de la persona enferma y que si su presencia es deseada por el acompañante supone una dificultad no poder ejercer este gozo de sentir cerca a sus enfermos. 

Además, en los centros hospitalarios hay horarios muy reducidos por cuestiones higiénicas. Afortunadamente, en ciertos países y lugares hay una mayor apertura, e incluso se puede pernoctar junto los enfermos. Cuando el enfermo está en su hogar, con su familia o en su ambiente habitual, a pesar de todo, en buena parte sigue acompañado. Hemos de tener presente que la estructura de las viviendas es reducida y hay que conciliar los horarios de trabajo de la familia y de las personas que conviven. 

En muchos casos, la sociedad ha tenido y tiene miedos y tabúes ante la enfermedad y la muerte, quizás debido a malas experiencias que han causado pánico, extrañeza e incluso dolor frente al sufrimiento y la muerte. La sociedad necesita todavía hacer un proceso de aceptación propia y de los demás con todas sus consecuencias para dar más naturalidad al proceso de vivir y morir. 

La sociedad ha de aprender a estar enferma y compartir con normalidad cualquier enfermedad, la propia y la de los demás. Recientemente todos hemos vivido la experiencia del Covid-19 y el miedo al contagio. Podemos decir que buena parte de la sociedad ha empezado a entender la necesidad de acompañar a las personas más vulnerables, especialmente a las hospitalizadas, para poder estar, con cierta normalidad, serenidad y confianza al lado de los enfermos. ¡Cuantos ejemplos de solidaridad se han vivido durante el período del confinamiento! 

A la Medicina le corresponde educar para acompañar al enfermo adecuadamente. Hay magníficas experiencias de ayuda en la enfermedad oncológica de niños y de adultos, por ejemplo, en curas paliativas y en enfermos terminales en que se implica de una manera especial a los familiares y voluntarios que están cerca en este proceso. La buena medicina es la que cuenta también con la dimensión emocional que comporta aceptar la propia enfermedad y la de los demás. Cuando una persona está enferma es su propio “yo” y sus circunstancias psíquicas, emocionales y espirituales. 

Ciertamente podemos considerar personas “enfermas” las que se desentienden de sus familiares y amigos cuando estos contraen una enfermedad. Y podemos considerar una “grave enfermedad” cuando las personas se resisten a aceptar la propia enfermedad y la de los demás. Sin embargo, afortunadamente la madurez humana y el bien hacer está resurgiendo. No es momento de llorar por los necios que separan la enfermedad del bien ser social. Desgraciadamente estos seres que hoy no entienden el valor de acompañar, quizá algún día necesitarán una mano amiga que les ayude en el proceso del sufrimiento. 

Assumpta Sendra Mestre
Barcelona (España) 

 

Atisbo

 

 
Imagen acompañada de un escrito o pensamiento de Dolores Bigourdan (Canarias 1903 - Barcelona 1989) con el fin de ofrecer un espacio de reflexión. 

 

En Clave de 'Ser' - De qué somos herederos?

 

En Clave de Ser, un montaje radial, elaborado por el equipo del Espacio Dolores Bigourdan, para ayudar a la meditación y la reflexión. 

 

12 de septiembre de 2021

Pliego nº 152

 

Te dono mi vulnerabilidad. Soy sepulcro. Soy corazón roto. 

Te dono mi vulnerabilidad 

Es todo lo que tengo, porque es lo que soy. Esa vulnerabilidad, es a su vez, mi fortaleza, mi motivo de levantarme todos los días, el brillo que mis ojos destellan, porque cada vez que tengo un logro es a fuerza de doblegarla. Soy vulnerable, soy también vergüenza. 

Vergüenza, si, la arrastro conmigo, donde quiera que estoy, lo que me hunde profundamente, aquello que detesto de mí, de mi historia, que quizá nadie conoce, pero vive debajo de mi piel, en el lugar más recóndito, acallado. El murmullo ciego de lo que no quiero de mi ser, pero también soy, de lo que descubrí que tengo y no es querible, que la sociedad quizá repudia y se ve feo. Eso me lo callo, lo guardo, lo niego, lo oculto, lo que no amo de mí. Pero también, lo que me desafía a seguir mejorando, a darle la vuelta y sanarlo, a buscar la perfección. Lo que no amo de mí, es sin duda, el mayor desafío a quererme cada día más. 

Soy sepulcro 

Somos limitados. El ser vivo es limitado, no solamente porque un día, moriremos, sino porque habitamos un espacio limitado, en un tiempo limitado, nos cansamos, nos enfermamos, dependemos de otros, del clima, del entorno, de nuestros pares, impares y dispares, de nuestros impulsos y necesidades vitales. Somos en manada, somos en convivencia, algunos en comunidad, otros más sólos, pero siempre dentro de un sistema. ¿Dónde termina el yo y empieza el otro, el vecino?, a veces en la puerta, a veces no. 

Es frecuente referirnos a “los vulnerables”, pero la verdad es que todos lo somos. La vulnerabilidad es parte del ser. Definir lo vulnerable fuera de uno mismo nos disocia. Hay una concepción de la vulnerabilidad que es paternalista y maniquea, separa a los seres en categorías de buenos/malos, ricos/pobres, fuertes/débiles. Por otro lado, también en cierto modo, sin querer y con las mejores intenciones, podemos hacer una alegoría de lo vulnerable, victimizando lo simplemente limitado o circunstancial de cada uno, que es muchas veces una oportunidad de crecer. La madre lúcida deja que su cría se caiga y se equivoque hasta que encuentre el camino propio, la sobreprotección lo daña y lo hace torpe y presa fácil de depredadores. Somos parte de un sistema, dentro de un planeta, del universo incluso, donde el afán humano pone en riesgo la supervivencia de las otras especies y la propia. Parte de nuestra vulnerabilidad es aprender a ubicarnos y crecer cada uno y con otros, sabiendo, aunque solamente sea teóricamente, que es mucho más lo que me limita, lo que no tengo, lo que carezco, que lo que puedo disponer; por eso necesito de los demás. Para asumir la corresponsabilidad de colaborar en un mundo más solidario y justo, incluirme como parte de “los vulnerables”, me hace más realista y eficaz. 

El sepulcro guarda el cuerpo inerte. No queremos ver la muerte, aunque la tenemos cada uno, no la vemos, hacemos como que sea parte de otro sistema, como si los demás se murieran, no nosotros. El día que comprendemos que estamos dentro de los mortales, empezamos a cuidar ese misterio que nos une a todos y hasta podemos preparar con gozo ese momento. 

Soy corazón roto 

 

La humanidad es una sola, con una enorme cicatriz caminando alrededor de la entrada de la propia madriguera. Algunos quizá creen que pueden comprar la seguridad, pero nadie se salva solo. Mientras no se proteja el derecho a un aire sano y limpio, comida, agua, salud, educación, vivienda a cada uno de los habitantes del planeta, no solamente a millones de seres humanos, también animales y bosques, estamos en franca carrera de extinción. La solución no es una sola, es una combinación de medidas y aprendizajes, uno de ellos es reparar el corazón roto que nos divide. Aprender a amar desde la aceptación de nuestro limite, del reconocimiento de la propia vulnerabilidad. Es la gran tarea. 

Elisabet Juanola Soria
Santiago de Chile 

 

Atisbo

 


Imagen acompañada de un escrito o pensamiento de Dolores Bigourdan (Canarias 1903 - Barcelona 1989) con el fin de ofrecer un espacio de reflexión. 

 

En Clave de 'Ser' - Características de la Amistad

 

 

 En Clave de Ser, un montaje radial, elaborado por el equipo del Espacio Dolores Bigourdan, para ayudar a la meditación y la reflexión.

 

12 de agosto de 2021

Pliego nº 151


Gracias por haber venido

Desde el nacimiento, cada ser humano está en migración, peregrinando a lo largo de su vida. Y esta salida de sí mismo necesita puertos de llegada, personas en las cuales anclar, recuperar energías, abrazos, alimento y continuar con esta mudanza extraña que es el crecimiento.

Este movimiento de migración, que puede sonar bucólico, no siempre lo es. Hay migraciones tan forzadas y traumáricas que equivaldrían a sacar de raíz una planta o, lo que es peor, cortar una rama o una flor y condenarla a la muerte prematura. También hay migraciones más parecidas al secuestro de un pájaro, el cual es puesto en cautiverio para disfrute y provecho de seres sin respeto por la dignidad ni la libertad del otro.

Nuestro siglo XXI está viviendo movimientos migratorios muy intensos que dibujarán un mapa humano cada vez más complejo, con accidentes insospechados. Pero es el que es, no podemos revertirlo. Sí que podemos aceptarlo, abrazarlo y, desde este cambio de perspectiva óntica, mejorar la calidad de este desplazamiento acogiendo con el corazón, con la cabeza y con los medios materiales posibles.


Para comprender mejor la situación vital de quien migra, intentemos ponernos en su piel. Si la situación política, económica, social, incluso moral, de mi país es tan insostenible… O conozco personas o familiares de personas que han emigrado y “viven mejor” o envían dinero a casa para que la situación sea más llevadera, pues yo querré salir también de esta realidad que me ahoga.

Pero el viaje es largo y cuesta mucho dinero, tendré que vender lo que pueda o empeñar propiedades familiares o pedir un préstamo a nombre de alguna o alguno de los que se quedan. Mucho nerviosismo desde el comienzo, pero también mucha expectativa. ¡Todo es para mejorar! Y un día comienza el viaje. Pocas cosas para hacerlo más ligero. Despedirse de los padres, de las hermanas y hermanos, la familia, los amigos… los hijos e hijas. Sólo queda mirar adelante porque lo que se deja es mucho, es todo.

Ya dijeron que no sería fácil y que hay peligros. Meses caminando, a merced de mafias, sufriendo hambre, vejaciones, siendo robado, arrestado… Sólo quien lo vive sabe el terror que puede ser. Y no hay marcha atrás. La expectativa sigue siendo mayor y ya no hay recursos para volver. Sólo queda seguir y hacer como que no pasa nada. Ya son meses desde el último abrazo y aún quedan fronteras por cruzar.

Por fin la costa, en la otra orilla está la vida. La última reserva de dinero era para esto. Llegada la noche comienza la travesía. Hay que ayudar todos. También niños y mujeres… Algo pasa, ¿estamos perdidos? No hay suficiente comida ni agua. No hay fuerzas para seguir. No sé qué es peor: el día con ese sol que quema la piel o la noche eterna. De pronto luces y voces. ¡Nos han visto!

Han pasado días o semanas y, por fin, comienzo a poderme levantar. Me duele todo el cuerpo, como si hubieran golpeado cada uno de sus miembros. Mi cabeza no entiende, todo pasa muy rápido y muy lento a la vez. Me ven doctores, me dan medicina. Me dan ropa, me dan comida y me ponen a vivir con otra gente, como se puede. Me dicen lo que tengo que hacer, pero no entiendo lo que tengo que hacer.

No me contaron que el lugar que me estaba esperando era así…

En estos cuatro párrafos hay trocitos de vidas de diferentes personas que sólo pretenden decirnos que no es nada fácil llegar hasta aquí. El que migra no sabe a lo que migra. Y el que siempre ha vivido aquí, de pronto ve por las calles personas que no había visto antes y que van siendo cada vez más. Esta nueva –vieja– realidad pronto comienza a influir en mi vida de una forma u otra. Y no hay marcha atrás.

A partir de aquí, sólo queda cerrarse y hacer como que no pasa nada o pensar con el corazón y accionar (no reaccionar) con la inteligencia. Volvemos al comienzo, todas las culturas hemos tenido que migrar en algún momento de la historia. Ahora nos toca recibir y compartir, sobretodo porque ellos no pueden marchar aunque quieran. Y, sobretodo, porque es un bien para todos su llegada.

Cuando nace un nuevo ser en la familia, este es un don y hay que comenzar a conocerlo, acompañarlo a crecer, arroparlo, levantarlo de sus caídas y ayudarle a ser un día autónomo. Pero algo importante, este ser nace con su libertad y con sus particularidades, las cuales hemos de respetar siempre.

De igual manera, cuando una persona inmigrante llega a casa, hemos de aprender a conocerla, arroparla, ayudarla a ser autónoma para que, como nosotros, aporte lo mejor de sí a la comunidad. Pero sin olvidar el respeto su libertad y sus particularidades.

Para concluir esta reflexión, quisiera recordar el gesto que hace Jesús en la última cena que nos narra el evangelio de Juan. Jesús traduce la eucaristía, que quiere decir “acción de gracias”, en un gesto de hospitalidad: lava los pies de sus amigas y amigos como se hace con el que llega a casa. Jesús quiere dar las gracias a todas esas personas que han formado parte de su vida y lo hace con la mayor humildad.

¿Podremos, algún día, dar las gracias a cada persona migrante que se cruce por nuestras vidas por haber venido y habernos ayudado a ser mejores?

Javier Bustamante Enriquez
Barcelona (España)