12 de noviembre de 2023

Pliego n° 178


La gente con éxito no siempre es resiliente

Advierten los gurús de las emociones que en momentos de crisis, las personas tienen la necesidad de tener habilidades de inteligencia emocional y sobre todo de ser resilientes. Hablábamos con mis alumnos, nacidos el 2001, teniendo en cuenta que la resiliencia empieza con la capacidad de recuperarse rápidamente después de situaciones de estrés. Ellos tienen claro que se tienen que adaptar, ser flexibles, y que se tienen que conocer y tener una cuidadosa imagen de sí mismos y superar las dificultades. También son conscientes que tienen que mantener el timón de su vida y decidir, ser personas de acción. No es nada fácil, cuando sólo tengo veinte años. No hace tanto que has dejado la adolescencia, aquella minoría de edad en que los otros eran los monitores de tu existencia, procuraban por tú y te protegían.

Ser adulto es ir sin protecciones externas. La resiliencia, pero, no es un patrimonio de la gente mayor. Me explican los padres y madres con hijos escolarizados que estas habilidades ya se enseñan en la escuela: conciencia de un mismo, aceptación del fracaso, conocimiento de los propios límites, empatía, automotivación. Es un buen bagaje para aplicarlo a las relaciones humanas, para que sean más fluidas. La gente resiliente suele ayudar los otros y acostumbra a salir de su ego sin muchas dificultades, viviendo generosamente.

Cuando yo era pequeña no decíamos así. Nos enseñaban a ser fuertes, buenas personas, competentes. Y la automotivación no existía, se presuponía que te tenías que esforzar porque te gustara aquello que hacías, y sobre todo, nos enseñaban a ser agradecidos y a ser conscientes de nuestros privilegios. Hoy el concepto resiliencia encapsula muchas de aquellas ideas. Los resilientes son optimistas, que no quiere decir que vayan con un lirio en la mano. Son quienes, como Murakami, aceptan que el dolor es inevitable, pero que el sufrimiento puede ser prescindible. La vida es un contenedor de crisis e imprevistos, y no todo el mundo tiene las herramientas para recomponerse.



La gente con éxito no siempre es resiliente. De hecho, los fracasados, los loosers, sí que lo son más. Todos tenemos cerca gente con una posición social influyente, una vida personal ajustada pero razonablemente feliz, pero con una capacidad nula de compasión o de ser generosos. Trabajan solo para ellos y no son capaces de dar nada. Los resilientes saben que tienen que ser independientes, pero que las personas no somos islas, sino penínsulas: estamos inexorablemente ligados a los otros, especialmente en aquello que nos hace más felices y más vivos.

La resiliencia está entrando también en el vocabulario religioso. Es habitual que la gente agnóstica o no creyendo vea en las personas con fe una ventaja para encarar los problemas: “Tú balsa, que tienes fe, que piensas que la vida no acaba aquí, que voces sentido al sufrimiento.” Tener fe no te exime de nada. El sufrimiento está igual, y la vida aquí se acaba, también. La fe no es solo una extensión de un bonus existencial, sino que parte de una esperanza y de una promesa. Los creyentes son resilientes, a pesar de que no usan mucho esta palabra. En el vocabulario de las personas creyentes la casualidad no existe, se dice providencia. La resiliencia está, pero se dice resistencia espiritual o bastante interior.

La vida no llega con un mapa, y la incertidumbre se ha instalado a nuestro alrededor. La resiliencia es ordinaria, no proviene de capacidades extraordinarias; nos va bien a todos: más autocontrol, más resistencia al fracaso y asimilación de los límites, que no son nada más que pistas para poder mejorar.

 

Miriam Díez Bosch
Barcelona (España)


Atisbo

 


Imagen acompañada de un escrito o pensamiento de Dolores Bigourdan (Canarias 1903 - Barcelona 1989) con el fin de ofrecer un espacio de reflexión. 


En Clave de 'Ser - Como hermanos

 


En Clave de Ser, un montaje radial, elaborado por el equipo del Espacio Dolores Bigourdan, para ayudar a la meditación y la reflexión.