12 de junio de 2011

Pliego nº 29..............................'2ª Etapa'


Ser humildes

Desde la Torre Eiffiel, en París, o desde un rascacielos de las modernas ciudades, podemos contemplar la visión panorámica de toda una urbe, que bulle en su dinámica más humana, social y compleja. Desde lo alto parece que dominemos todo aquello que cubre nuestra vista.

Recuerdo que en mi adolescencia, estando en un punto alto de nuestra ciudad, mi padre me dijo que quería explicarme lo más importante para realizarme en mi vida. Mientras iba introduciéndome en el tema, mi mirada contemplaba aquel inmenso panorama que estaba bajo mis pies. Una sensación de dominio y de una cierta prepotencia invadía mi estado de ánimo.

Sin embargo, todo mi castillo imaginario que había ido creciendo dentro de mí, se hundió al escuchar unas palabras concretas que me pronunció: "Lo más importante en tu vida de relación con los demás es: pedir la cosas por favor y saber dar las gracias".

Aquel doble consejo se me quedó guardado en mi conciencia como un eco que va repitiendo las palabras, y penetrando en lo más hondo de mí: saber ser agradecido y solicitar las cosas humildemente, sin prepotencia.

Y aún en el colmo de sus palabras me recitó como un axioma: “esto es lo que te dará la alegría de vivir”.

A lo largo de la vida he ido aprendiendo que estamos deseosos de hacer el bien, pero que a menudo hacemos las cosas mal hechas, o las hacemos a disgusto de los demás. O simplemente actuamos con egoísmo o actuamos con maldad.

Quizá deberemos comprender, que si éste es nuestro caso, deberemos hacer penitencia reconociendo el mal causado, para poder formar parte plenamente del gozo de vivir en una relación con la sociedad. Todo ello nos ayudará a ir profundizando en nuestra humildad trascendental. Tan propia del ser humano. De cada hombre y de cada mujer.

José Luis Socias Bruguera
Barcelona (España)

Amar, la mejor penitencia


En la historia de la Iglesia han existido muchas y muchos penitentes. Algunos más reconocidos que otros e, incluso, considerados santos e inspiradores de estilos de vida. Tales son los casos de algunos padres y madres del desierto, santos como Jerónimo o María Egipciaca, por mencionar un par de ejemplos.

En estas personas, ¿qué ha habido en común? Pues todo un proceso de reconocimiento de sus limitaciones y el daño que de ellas se puede desprender y, luego, un anhelo de mejorar, de encaminar sus pasos tras las huellas de Jesús.

Existe el estereotipo de la penitencia como un autocastigo, herencia de tiempos pasados. Incluso en las representaciones de muchos penitentes, estas los muestran acompañados de objetos con los cuales se castigaban. Actualmente, intentamos vivir más y mejor en la concepción de Dios-Amor. Dios no castiga y, por ende, tampoco desea que nos castiguemos nosotros mismos. Dios es perdón y nos convida a perdonarnos tal y como lo hace Él: incondicionalmente.

¿En qué se traduce, pues, la penitencia en nuestros días? En todo un ejercicio de conciencia de nuestros límites y de caridad para aceptarlos y hacer de ellos camino de santidad. Este ejercicio conlleva un grado de humildad muy hondo. Saberme realmente limitado implica años de conocerme, de aceptarme y quererme como soy. Incluso siendo no el que yo quisiera, sino el que en realidad soy.

Casi siempre nos hacemos mal o se lo hacemos a otras personas, precisamente por no reconocer nuestros límites, por no ser humildes. La mejor “penitencia” es reconocerlos e intentar hacer de esos límites nuestro motivo de búsqueda de Dios. La penitencia se ha de expresar en amor.

Esta manera de “andar en verdad” como llamaba Santa Teresa a la humildad, nos hace querer ser santos, es decir, reconocernos hijos de Dios y amar esta condición. Hacer penitencia, reconciendo nuestros límites y el daño que estos provocan, es abrirnos al Espíritu Santo. Somos frágiles y fallamos a menudo, por tanto, hemos de ser muy humildes y prontos a enmendar nuestros errores. Solos no podemos, necesitamos la ayuda de Dios presente en las personas y en la realidad que nos rodea. Él está siempre diciendo: ayúdame a ayudarte.

Javier Bustamante
Badalona (España)

Atisbos


Aquí se recoge escritos y pensamientos de Dolores Bigourdan (Canarias 1903 - Barcelona 1989) con el fin de ofrecer a nuestros lectores un espacio de reflexión.

Son escritos y pensamientos algunos recogidos por ella y otros que forman parte del itinerario de su vida.

------------

“No deberíamos nunca odiarnos. ¡Hay tan poco tiempo para amarse!”.


“La revelación del Evangelio nos enseña el amor de Dios inseparable del amor a los hombres”


“Dejarse amar es ser humilde”