12 de febrero de 2011

Pliego nº 25..............................'2ª Etapa'


Saber Agradecer

¡Cuántas veces no nos han hecho un regalo y hemos pronunciado la palabra ‘gracias’! A veces la pronunciamos al despedir una llamada telefónica que nos ha complacido, otras veces cuando nos reconocen una labor, un mérito; en otras ocasiones cuando nos aplauden un esfuerzo: en una competición deportiva, habiendo interpretado un concierto, al finalizar un curso, al concluir un evento agradable o un periodo de dedicación a alguna labor o empresa. En todo caso, el agradecimiento indica, por un lado, que algo ha concluido -o en su totalidad o en alguna fase-; y por otro lado, que ha complacido a los receptores y, a su vez, que valoran el esfuerzo o bien el don de los emisores.

Por ello, entendemos que algo se ha intercambiado entre unos y otros, algo se ha compartido, algo se ha dado y algo se ha recibido. Para ese intercambio han tenido que haber una serie de condiciones necesarias: apertura hacia los otros, reconocimiento de la alteridad, de su existencia, y a su vez reconocimiento de algo que haga meritoria esa gratitud. Podemos concluir, pues, que los grupos humanos más abiertos, con mayor amplitud de sinergias y vínculos, tienen más capacidad de gratitud porque en definitiva tienen mayores motivos para ello, puesto que ha habido más intercambios e interacciones. Sin embargo, aquellos grupos humanos más cerrados presentan mayor dificultad para el agradecimiento, puesto que se autoabastecen a sí mismos, sin permeabilidad con el entorno, de forma más estática y menos dinámica. De tal modo que en esos grupos humanos la gratitud no tiene cabida porque va intrínsecamente relacionada con el hecho de dar y recibir. Si las interacciones son mucho menores, disminuyen las posibilidades de estos intercambios, de modo que habrá menos oportunidades de agradecer tal transacción.

A su vez, la gratitud puede surgir como un acto de diplomacia, de buenos modales y de educación. ¡Cuántos padres y madres no enseñan a sus hijos e hijas a saber decir ‘gracias’! Bajo tal comportamiento podemos entender un sentimiento real de gratitud, pero a menudo queda en mero formalismo social. ‘De bien nacido es ser agradecido’, decimos comúnmente para reforzar esa pauta de comportamiento social.

Lo cierto es que en quien agradece, si surge de un sentimiento real tras dicha expresión de ‘gracias’, se sabe habiendo recibido algo. En definitiva, sería como un modo de saldar ese 'posible débito' que siente el que recibió algo que no ha devuelto ni tiene porqué hacerlo. En esta línea, dar las gracias al comercial que nos vende un producto por el que pagamos, puede ser un acto de cortesía, o de agradecimiento por el trato recibido por parte del comercial, pero no por el producto adquirido por el cual ya pagamos un precio.

Así entendido el agradecimiento, cuando recibimos algo que no devolvemos, que es por gratitud, no contempla pues esa sensación de estar en débito respecto a los demás. Sin embargo, en muchos entornos sociales se siente ese crédito-débito como algo pendiente que en otro momento hay que poder resarcir. Detrás de tal afán de devolver lo que se ha recibido se oculta una actitud de autoabastecimiento, de orgullo incluso pensando que uno no puede quedar en deuda con nadie. En definitiva, es lo más opuesto a la humildad.

Para agradecer es imprescindible la actitud humilde de quien se sabe siempre en deuda con todo y con todos, porque a su vez sabe que esa mal llamada ‘deuda’ no la puede ni tiene porqué saldar, sino con una muestra de agradecimiento constante. La actitud del humilde permite reconocer que no me basto a mí misma, que no me completo a mí misma, que preciso y necesito de los demás. Sabernos en permanente necesariedad es de personas adultas que aún sabiéndonos autónomas e independientes, sabemos que nuestra necesariedad nos hace interdependientes los unos para con los otros de tal modo que solos no nos bastamos ni sobrevivimos. El ser humano es el ser vivo que nace con mayor necesidad de otros a su entorno durante más tiempo, en definitiva, el ser vivo más dependiente al nacer. A su vez, podríamos afirmar que es el ser vivo que adquiere más independencia en entornos de interdependencia –y no es un mero juego de palabras- sino que responde a ese permanente reconocimiento de que nos hacemos y construimos por interrelación con los otros. De ahí el agradecer a quiénes han dejado su huella en nosotros de tal modo que nos han configurado como somos.

Del reconocimiento de esa interdependencia en nuestro irnos construyendo surge el agradecimiento para con los que nos construyen, para con la misma cultura que nos edifica, y para con quienes no sólo nos construyen sino que nos gestan y crean, los progenitores y Dios mismo que está en nuestro origen. Pensar que podríamos haber llegado a existir sin necesitar de otros, sería irrisorio, y es indicio de un gran orgullo. Pensar que nuestra existencia está en función de que otros la hayan deseado o provocado, es fuente de humildad de la que surge el agradecimiento por la vida misma y nuestro existir concreto.

Al culmen del agradecimiento y por ello de la humildad llega San Francisco de Asís con el cántico de las criaturas, esa oración de alabanza a Dios por cuánto ha creado. Por ello la oración de alabanza es fruto de una gran humildad, porque para reconocer la bondad de la hermana agua, el hermano lobo, la hermana luna y la hermana muerte hay que tener un elevado grado de humildad. O lo que es lo mismo, para agradecer la existencia del enemigo, del agresor, del violento, a los que me atrevo a llamar hermanos, hay que vivir un elevado grado de humildad. Pero también para reconocer que mi existir concreto no me lo doy yo misma sino que me viene de quien Es y puede dar el ser, debo vivir una gran humildad andando en la verdad.

Marta Burguet Arfelis
Barcelona (España)


Atisbos


Aquí se recoge escritos y pensamientos de Dolores Bigourdan (Canarias 1903 - Barcelona 1989) con el fin de ofrecer a nuestros lectores un espacio de reflexión.

Son escritos y pensamientos algunos recogidos por ella y otros que forman parte del itinerario de su vida.

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“La prudencia regula los actos de humildad. La prudencia no permite que se omita un acto útil porque pone a uno en evidencia; oponerse a aquello que disminuiría el valor moral y atajaría al bien en su expansión.
La prudencia posee el sentido de lo bello y de lo justo. Rechaza lo que es moralmente feo.
La prudencia quiere a la humildad franca y serena. La mantiene valerosa y confiada; la hace desinteresada y ágil, abandonada a la acción de Dios.
La prudencia demanda que uno no abdique de sus derechos, pero sin exagerarlos en su rigor.
Retener la humildad en su ejercicio no es disminuirla en si misma.
La prudencia determina la clase de humildad que conviene.”



“Cada visitante, trae en sí un mensaje que debemos atender para ir aprendiendo a saber escuchar e ir sabiendo interpretar aquello que nos vienen a dar = decir.
Simpatizar con las ideas de los otros, en la medida de lo posible.
No hablar mal de los ausentes, estos no pueden defenderse. Quien nos escucha se pondría en guardia contra nosotros, pensando que haremos lo mismo cuando ellos no estén con nosotros.”