12 de febrero de 2013

Pliego nº 49

Alegrarse de las cualidades y actitudes de los demás


El décimo mandamiento dice: no envidies, no te entristezcas de que el otro tenga algo. La persona envidiosa quiere tener los bienes de manera exclusiva, que nadie más no los tenga.

Siento envidia de que el otro tenga algo, independientemente de que yo tenga eso o no lo tenga, o incluso teniendo yo y en mayor cuantía. Dolerse, entristecerse de que el otro tenga cosas buenas sean estas cosas materiales o cualidades personales, esto es la envidia.

El Concilio Vaticano II, en la Constitución  Gaudium et Spes, en su número 17, dice: “La orientación del hombre hacia el bien sólo se logra con el uso de la libertad (...) Dios ha querido dejar al hombre en manos de su propia decisión para que así busque espontáneamente a su Creador y, adhiriéndose libremente a éste, alcance la plena y bienaventurada perfección”. Teniendo esto en cuenta, que la vocación del ser humano es la búsqueda y el encuentro con Dios Creador, y viendo que los Diez Mandamientos van decreciendo en importancia, tienen un sentido descendente, nos es lícito poder verlos a la inversa, como ese camino humano y religioso que nos va acercando cada vez más plenamente a Dios Padre, sabiendo y no perdiendo de vista que la ley mosaica no es suficiente para la vida de un cristiano. No olvidemos que nos estamos moviendo en el Antiguo Testamento y a nosotros los cristianos, nos faltaría todo el Nuevo Testamento, que es donde se nos revela de manera plena a Dios y al Ser Humano.

Los Mandamientos son una propuesta “moral” que ayuda a articular la convivencia, desde una perspectiva humana y también religiosa. En este sentido, podemos contemplar los diez mandamientos divididos en dos bloques claramente distinguidos, por una parte, tenemos los mandamientos que van del uno al tres y que están enmarcados en nuestra relación con Dios, y en el segundo bloque, nos encontramos los que están directamente relacionados con la convivencia humana y son los que van del quinto al décimo. El cuarto nos hace de eslabón, de unión entre los dos bloques (lo transcendente y lo inmanente).

No codiciarás los bienes ajenos; es decir, no desear con vehemencia las cosas buenas que los otros poseen. Claro que nos es lícito desear cosas buenas para nosotros y para otros, pero lo que no es tan lícito es desear aquellas cosas que son de otras personas y máxime si estas le son necesarias para su diario vivir. Desear, apetecer algo que tienen otros es definido por el diccionario como envidia, pero la definición no queda ahí sino que va más allá y nos dice que tener envidia es dolerse del bien ajeno.

Esto también lo podemos trasladar al campo de la vida religiosa y espiritual y ver cómo en muchas comunidades o grupos religiosos se envidian los carismas los unos a los otros. Estas envidias comunitarias, hacen de la convivencia algo irritante y poco constructoras de reino de los cielos aquí en la tierra. Se nos olvida aquello de Pablo cuando nos dice que los carismas y funciones en la Iglesia son variados, pero que todos están al servicio del cuerpo y forman parte de él; entre todos formamos el todo y a unos nos tocará ser uña, a otros manos, a otros ojos, a otros corazón, a otros cabeza… Y que cuando una parte se resiente, se resiente todo el cuerpo, por eso es importante aceptar nuestra realidad más íntima de ser y desde la humildad de sentirnos lo que somos, aceptar y con alegría, lo que los otros son y las cualidades o cosas que puedan poseer.

Como vemos este décimo mandamiento y último es el más débil y el más sencillo, sólo nos pide ser capaces de abrirnos un poco a los demás: no entristecerse de que los demás tengan cualidades, actitudes, buena salud, inteligencia, fe… o simplemente cosas materiales.

No envidiar es el primer escalón para ir construyendo una sociedad armónica y pacífica, pues más que entristecerme, me alegro de las cualidades y actitudes de los demás.

Diego López-Luján
Santiago de los Caballeros 
(República Dominicana)


La fe del que sufre


En este año de la fe se me ha pedido que hable de la fe del que sufre, cómo experiencia personal de quien se ve probado en su vida. Esta consideración se hace desde un lugar concreto que es el centro hospitalario COANIQUEM (Corporación de Ayuda al Niño Quemado), que está fundado en Santiago de Chile.

En la preocupación de proporcionar una atención integral a los niños quemados, se ha considerado también una ayuda espiritual para las familias afectadas que lo deseen. Por esto, en ese centro, en abril de 1995 fue inaugurado por el entonces Arzobispo de Santiago, Cardenal Carlos Oviedo Cavada, el Santuario de Cristo Flagelado.

Dicho Santuario acoge al mundo del dolor, al estar dedicado al sentido redentor del sufrimiento humano. Una bella imagen del Señor atado a la columna preside el templo. Esta figura es una réplica de la que se venera en el Santuario de Wies en Baviera (Alemania), al cual COANIQUEM está ligado espiritualmente. Además, la Santísima Virgen está representada por una imagen como María Causa de Nuestra Alegría.

El Santuario, además de estar regido por un Rector y un Diácono permanente, cuenta con el apoyo de una Confraternidad de fieles para su labor pastoral. Esta Confraternidad de Cristo Flagelado, creada el 9 de noviembre de 1996, tiene como misión orientar y conducir este accionar integrando el quehacer de COANIQUEM a la comunidad nacional e internacional de las que provienen los niños quemados, expresando la visión trascendente de la institución, y creando un espacio religioso de acogida a quienes sufren alguna necesidad.

En esta óptica es donde ejerce su labor pastoral el Rector y el Diácono, visitando y tomando contacto con los niños quemados y sus familiares que acuden a ese centro hospitalario para ser asistidos. Es una labor delicada por lo que significa el trauma sufrido por el niño quemado y también por el correspondiente sentido de culpa o responsabilidad de los padres ante el accidente ocasionado a su hijo. Es entonces oportuna una palabra de consuelo y de esperanza ante el dolor y, al mismo tiempo, hacerles sentir cómo el sufrimiento personal se une al dolor y sufrimiento de Cristo en su imagen del Flagelado.

Teniendo en cuenta que los que acuden al centro hospitalario pertenecen a diversas confesiones religiosas, para todos hay unas palabras de consuelo y esperanza, y se invita particularmente a los católicos a frecuentar el Santuario, bien sea en la celebración diaria de la Misa, bien sea en un momento de oración para pedir la pronta curación del niño quemado.

Como el centro se distingue por una marcada actitud de acogida familiar, así también con el servicio pastoral se trata de ofrecer una acogida espiritual que ayude a abrir e iluminar el camino de la fe, lo cual hace sentir a los familiares del niño quemado un sentimiento de serenidad y de confianza en el Señor, que ha ofrecido sus dolores y su vida por todos nosotros.

Miguel Huguet Ameller
Rector del Santuario de Cristo Flagelado
Santiago de Chile (Chile)

Atisbos



Imagen con un escrito o pensamiento de Dolores Bigourdan (Canarias 1903 - Barcelona 1989) con el fin de ofrecer un espacio de reflexión.