12 de agosto de 2022

Pliego nº 163

 

Elaborar el duelo: nuestros recursos ante una pérdida 

Cuando perdemos a una persona –sea que muera, se aleje, se deteriore, nos rechace…-, o un bien (salud, casa, trabajo…), termina una situación que considerábamos estable y definitiva, y tocamos de lleno con alguno de los límites que conlleva el hecho de ser humanos. Si lo que hemos perdido es importante para nosotros, se produce una disrupción en nuestra vida, y pueden llegar a tambalearse todas las apoyaturas en que la cimentábamos. 

Entonces tenemos que recurrir a nuestros recursos internos y externos para poder afrontar el proceso de duelo, es decir, asumir y elaborar internamente el dolor que naturalmente sentimos ante la pérdida. Se añade la necesidad de recolocar las piezas prácticas de nuestra existencia, rediseñar nuestro propio papel y responsabilidades, reacomodarnos en relación con la red de relaciones humanas en que nos movemos. Casi nunca es fácil alcanzar un nuevo equilibrio, gestionando sentimientos como la tristeza, la ira, el dolor o la culpa. 

Las fases en la elaboración del duelo están muy estudiadas y bien descritas por muchos investigadores. En síntesis, la primera es una negación o vaivén entre la negación y la apertura a lo nuevo; la segunda es “tocar fondo” para la elaboración del duelo con todo lo que conlleva, y la tercera es asumir o crear la nueva realidad. Pero en este texto hablaré sobre los recursos con los que contamos para asumir las pérdidas de todo tipo que van a ir marcando nuestra vida, en cualquier caso y edad. 

Cuando perdemos a una persona o algo muy importante para nosotros, se ven afectados todos los elementos de nuestra persona: cuerpo (sede de las emociones), sentimientos (emociones con nombre y situadas en nuestra biografía), raciocinio (causas, posibilidades), apertura a lo sobrenatural (puerta a la esperanza). 

Además de estas dimensiones individuales, se pueden ver afectadas nuestras relaciones con los otros miembros de nuestra red familiar, de amistad y trabajo. La recolocación de nuestro papel, sin duda afectará al conjunto de la red, en particular a los más cercanos. 

 Evidentemente la persona es un “todo” integrado y actúa como tal, pero para efectos de análisis, miremos por separado los diferentes recursos con que contamos para elaborar el duelo. 


 

Movilizar todos nuestros recursos 

1. Dejar al cuerpo expresar sus emociones. Ante una pérdida dolorosa, surgen las emociones, que son estados de ánimo arraigados en el cuerpo. Pues en primer lugar es necesario permitirse estar tristes. La cultura “positiva” parece obligar a una perenne sonrisa (“tu familia te necesita fuerte”, “no te rindas”, etc.), que ahoga la natural respuesta biológica ante ese acontecimiento. Permitirse llorar, apartarse un poco de los demás por un tiempo para evitar el ruido y la banalidad, es necesario para elaborar el duelo de manera profunda. A veces las personas no lloran –quizá no se lo permiten a sí mismas- pero requieren dejar al cuerpo expresar el dolor en cualquiera de sus formas. Bajón de defensas, gripes, diarrea, alopecia… que si no se cronifican, son vías de escape y expresión de la tristeza o de la ira. Dejemos que eso suceda, sin juicios ni frases hechas. El trabajo manual, la naturaleza, el deporte… pueden ayudar. 

2. Poner nombre a los sentimientos: para gestionar mejor esas emociones, la persona las va integrando en su propia historia, dándoles nombre y significado (entonces son sentimientos). Poder decir “estoy triste”, “me siento perdida, confundida, enfadada…”, son expresiones que nos ayudan a elaborar, entender, situar lo que nos está pasando y sus consecuencias en nuestra biografía. Muchas personas elaboran los sentimientos hablando de ellos con alguien de confianza. El diálogo las clarifica por dentro. Otros prefieren callar, apartarse y elaborar en solitario sus experiencias hasta que se sienten en condiciones de compartir algo menos triste. Pero lo importante es dejar que esos sentimientos afloren, ponerles nombre, calibrar su peso, irlos colocando en el conjunto de nuestra experiencia vital. 

3. Elaborar la pérdida. La razón, el pensamiento, es el recurso imprescindible para ponerles nombre a esas vivencias y colocarlas del mejor modo en nuestro presente. Comprender que somos limitados, dar sentido a la pérdida en su conjunto, crear una narrativa que nos la explique, asumiendo cómo la condición humana se expresa en ese momento, todas estas son acciones de la razón sobre unos hechos y unas experiencias interiores que no son gratas. Pero la razón sirve, además, para recordar lo bueno que hemos vivido, valorar lo recibido, agradecerlo, y así poder “jugar mentalmente” con el futuro, plantearnos escenarios posibles, ir viendo hacia dónde podríamos ir en esta nueva situación, qué necesitamos, cómo podríamos llegar hasta allí. 

4. La vida de fe. Ciertamente es para muchos “el recurso” por excelencia: la oración, la vivencia de que todo dolor tiene sentido el abandono en la voluntad de Dios, la intercesión de los santos, la confianza en Él para gestionar el futuro, la esperanza en su ayuda… Las personas que experimentan ese apoyo en lo sobrenatural, seguramente pueden alcanzar más fácilmente la paz interior. Sólo que la Gracia no sustituye la naturaleza. Sin todo lo anterior, ésta no basta. Con todo lo anterior, el proceso se facilita e incluso puede ser ocasión de crecimiento y alcance de una escala más honda de madurez. 

5. Los demás nodos de nuestra red. Gracias a Dios, no estamos solos. El duelo también puede ser compartido. Las personas más cercanas se dan soporte y consuelo unas a otras ante una pérdida que afecta a varios o a un miembro de la familia, comunidad, grupo… Si bien tiene límites la compañía que podemos hacernos mutuamente, porque cada persona debe asumirlo individualmente, es imprescindible para todo ser humano sentirse acompañado en el dolor, para hacerlo más llevadero, apoyarse en otros y apoyarlos para superar una pérdida. 

Asumir la condición humana 

Ayuda en todo esto el asumir la condición humana como una sorprendente combinación de enormes límites y grandes posibilidades. Ninguno de nosotros es inmortal, pero además es muy pequeño el margen de control que podemos ejercer sobre los acontecimientos que nos afectan. Aunque a algunos se lo parezca, no es posible diseñar la propia vida ni suponer que nuestros planes se cumplirán. Hagamos planes y emprendamos proyectos e iniciativas, pero con la sabiduría de estar “muertos a ellos”, sabiendo de antemano la fragilidad de lo humano. 

Todos sabemos esto, pero nuestras actitudes de hecho ante esos límites “ónticos” del ser humano son muy variadas. Cultivar una actitud de humilde aceptación de nuestra realidad, ayudará sin duda a establecer vínculos más sanos, menos dependientes, y a gestionar las pérdidas con la franciscana naturalidad de acogida a la hermana muerte en cualquiera de sus formas. 

Leticia Soberón
Madrid 

 

Atisbo

Imagen acompañada de un escrito o pensamiento de Dolores Bigourdan (Canarias 1903 - Barcelona 1989) con el fin de ofrecer un espacio de reflexión. 
 
 

En Clave de 'Ser' - Mitos del Nacimiento

 

 

 En Clave de Ser, un montaje radial, elaborado por el equipo del Espacio Dolores Bigourdan, para ayudar a la meditación y la reflexión.