12 de febrero de 2010

Pliego nº 13..............................'2ª Etapa'


Peregrinar con Santa Eulalia

Como todo peregrinaje, el que desde hace 40 años lleva al Santuario de Santa Eulalia de Vilapiscina (Barcelona) hasta Montpellier, tiene una razón de ser: ir a las fuentes de la fe siguiendo las huellas que otros hombres y mujeres han dejado. En este caso, reencontrar Eulalia, la joven de corazón fuerte y de fe intrépida que sin rodeos proclama su fidelidad a Cristo delante de aquellos que quieren negar su existencia.

Cuando la vida y el itinerario espiritual de una persona –aún que breve en este caso, pero no por ello menos intenso- han sido tan apasionantes como los de Eulalia, misteriosamente su paso por el mundo toma vuelos universales. El eco de su existencia se extiende más allá del pueblo, ciudad o país donde ha nacido y vivido. Eulalia es amada en muchos lugares. Uno de ellos, en Montpellier, en una parroquia en el centro de la ciudad donde los Mercedarios llevaron su devoción y donde se conserva su cráneo.

Peregrinar hasta esta ciudad del sur de Francia, año tras año, tiene su origen en un viaje que Alfredo Rubio hizo a Montpellier. Allí descubrió una parroquia dedicada a la Santa. Por el gran amor que Alfredo tenia a Santa Eulalia, y coincidiendo con el momento de la reapertura del Santuario de Vilapiscina, quiso proponer a su párroco, el Abbé Guy Paul, de hacer un ‘jumelage’ las dos comunidades que tenían por advocación a Santa Eulalia. Así se iniciaba la común devoción de dos ciudades hermanadas: Barcelona y Montpellier. Es así como este año celebramos ya 40 años de una amistad con unos hermanos en la fe.

Este peregrinar, ser itinerantes, nos invita a pensar en Eulalia y, de su mano, recorrer nuestro propio itinerario espiritual, a preguntarnos hasta que punto vivimos con pasión el seguimiento de Cristo, como es de fuerte nuestra fe y que capacidad tenemos de vivir comunitariamente la vida de Dios.

Eulalia, además, nos invita a amar la diferencia con profundo respeto. Este es uno de los rasgos más hermosos de la fe que profesamos: antes de ser de aquí o de allí, ricos o pobres, sencillos o inteligentes, somos personas con capacidad de amar y esto –para quien lo desea vivir de verdad- nos une desde las raíces existenciales.

Amando a Eulalia, hemos aprendido a querer a una comunidad de fe distinta a la nuestra. Hemos descubierto nuevos amigos. Hemos palpado la universalidad de la Iglesia.


Humildad óntica


No asuste a nadie el calificativo de “óntico”. Lo óntico es lo propio del ser. Probablemente pueda afirmarse que la humildad óntica es, en el realismo existencial, el nombre de la verdad aplicada al ser humano, que bebe de fuentes hispánicas de hondo calado. La humildad óntica es la cualidad del ser humano, que se reconoce gozosa y exactamente en aquello que es, ni más ni menos.

Parece que el ser humano tiene una fuerte tendencia a considerarse más de lo que es –cuando no, ni mucho menos, poca cosa-. Eso es fuente de conflictos cuando las idealizaciones se dan de bruces con la realidad.

Así, si diseñáramos un itinerario pedagógico realista existencial, sin duda alguna su objetivo sería hacer desarrollar la humildad óntica a quienes lo siguieran. Esto es, mostrar sucesiva y progresivamente a las personas todos los aspectos de su modo de existir, reconociendo las potencialidades y los límites, y asumiendo que nuestro ser no puede ser de otro modo.

Tras la sorpresa, la alegría y la aceptación, se llega a la humildad óntica, a la paz con la propia realidad y al entusiasmo por desarrollarla.

Natalia Plá Vidal
España

Atisbos


Aquí se recoge escritos y pensamientos de Dolores Bigourdan (Canarias 1903 - Barcelona 1989) con el fin de ofrecer a nuestros lectores un espacio de reflexión.

Son escritos y pensamientos algunos recogidos por ella y otros que forman parte del itinerario de su vida.


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“Refugiarse en la acción cuando el pensamiento está cansado o con dolor y regresar lentamente al recogimiento interior cuando la acción se convierte en invasión y amenaza sumergirse en nuestra vida interior.”


“El ejemplo no tiene mejor aliado que el silencio.”


“Mostrarme a todos sonriente y serena.
Ser simple, veraz, siempre humilde.
Serenidad constante sin que nada traicione ni el sufrimiento psíquico, ni la angustia, ni la tristeza; simpatía, verdadera bondad del corazón”.