Ser humildes
Desde la Torre Eiffiel, en París, o desde un rascacielos de las modernas ciudades, podemos contemplar la visión panorámica de toda una urbe, que bulle en su dinámica más humana, social y compleja. Desde lo alto parece que dominemos todo aquello que cubre nuestra vista.
Recuerdo que en mi adolescencia, estando en un punto alto de nuestra ciudad, mi padre me dijo que quería explicarme lo más importante para realizarme en mi vida. Mientras iba introduciéndome en el tema, mi mirada contemplaba aquel inmenso panorama que estaba bajo mis pies. Una sensación de dominio y de una cierta prepotencia invadía mi estado de ánimo.
Sin embargo, todo mi castillo imaginario que había ido creciendo dentro de mí, se hundió al escuchar unas palabras concretas que me pronunció: "Lo más importante en tu vida de relación con los demás es: pedir la cosas por favor y saber dar las gracias".
Aquel doble consejo se me quedó guardado en mi conciencia como un eco que va repitiendo las palabras, y penetrando en lo más hondo de mí: saber ser agradecido y solicitar las cosas humildemente, sin prepotencia.
Y aún en el colmo de sus palabras me recitó como un axioma: “esto es lo que te dará la alegría de vivir”.
A lo largo de la vida he ido aprendiendo que estamos deseosos de hacer el bien, pero que a menudo hacemos las cosas mal hechas, o las hacemos a disgusto de los demás. O simplemente actuamos con egoísmo o actuamos con maldad.
Quizá deberemos comprender, que si éste es nuestro caso, deberemos hacer penitencia reconociendo el mal causado, para poder formar parte plenamente del gozo de vivir en una relación con la sociedad. Todo ello nos ayudará a ir profundizando en nuestra humildad trascendental. Tan propia del ser humano. De cada hombre y de cada mujer.
José Luis Socias Bruguera
Barcelona (España)
No hay comentarios:
Publicar un comentario