Muerte, enigma y misterio
Según el filósofo Josep Maria Esquirol, hay diferencia entre enigma y misterio, aunque en el lenguaje común utilicemos los dos términos indistintamente o a un mismo nivel. El enigma es susceptible de ser resuelto racionalmente. El misterio, aquello que nos sobrepasa y no puede ni debe resolverse con la razón puesto que en él vivimos, nos movemos y somos, como se afirma en un prefacio eucarístico.
Desde este prisma, la muerte es algo natural y, a pesar de que puede llegar a ser muy dolorosa, no es ningún enigma puesto que forma parte de la condición humana: desde nuestro engendramiento todos somos candidatos a la muerte. Como es también natural llorar la muerte de un ser querido. En una ocasión, le comunicamos a Dolores Bigourdan el fallecimiento de un amigo que ella acompañó a su proceso formativo. La anciana se quedó en silencio, se entristeció y de sus ojos -que habían perdido ya en buena parte la visión- cayeron dos lágrimas. En vano alguien intentaba que rezase y se animase: en aquel momento comenzaba un duelo y había que respetarlo. Y nadie duda de que Dolores Bigourdan fue una gran creyente en Dios y en la vida perdurable, pero ello no fue óbice para qué aquella noticia, la pérdida de un ser querido, le doliese en el alma. Resulta chocante que haya personas creyentes que el día del entierro de un ser querido sonrían alegando que tienen fe y que saben que esa persona ya ha resucitado y ya está en el cielo. Aunque así fuere, y es bueno desearlo, toda muerte cercana produce un duelo, llorar es humano y el duelo es para ser elaborado y vivido. Esas personas tal vez sean incapaces de ser conscientes que lo están pasando, pero este está allí y, si no ser trabaja apropiadamente, acaba pasando factura.
Jaume Aymar Ragolta
Historiador y teólogo
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