12 de febrero de 2020

Pliego nº 133


La Alegría como síntoma de la Esperanza


La Alegría vendría a ser como la hermana humilde de la Felicidad. Esta frase lleva unos días rondándome por la cabeza. La oí en una tertulia radiofónica que apenas seguía… Ciertamente la Felicidad parece un constructo humano bastante complejo; en cambio la Alegría, más allá de pretender definirla, se hace fácilmente comprensible. Es una emoción básica que en seguida reconocemos en nosotros y en los otros.

Coincidiremos en que es una emoción positiva, poderosa y luminosa. Sí, la Alegría puede iluminar el presente y ser un bálsamo que permite relacionarnos de forma gozosa con los demás y con el entorno.

Me atrevo a sugeriros que hay una característica de esta Alegría, quizás menos intuitiva y algo más sutil, y que se trata de su relación o vinculación con la Esperanza. Y en este sentido la capacidad de sentir emociones de Alegría acaba siendo un indicador o un criterio de realidad de sobre cómo miramos o percibimos el mundo que nos rodea.

Si somos capaces de tener una mirada esperanzada de las cosas, de las personas, de la sociedad, …. más allá de las limitaciones, de los fracasos, y de las injusticias, nos será posible experimentar la Alegría incluso en contextos de sufrimiento o vulnerabilidad. Y se hace más patente a la inversa: cuando no hay Esperanza, cuando todo se ve negro y no se percibe solución o salida, es prácticamente imposible experimentar emociones de Alegría.




Lo expreso con un ejemplo. Llevo años compartiendo camino con personas que son atendidas en centros de acogida debido a situaciones vitales de extrema exclusión social. En la etapa inicial de la acogida, cuando se llega de haber estado viviendo en la calle o de circunstancias de soledad y abandono, difícilmente se ven manifestaciones de Alegría. Sólo en la medida que la persona se va reconciliando con ella misma, con los demás, con su historia, algunas de ellas recuperan la capacidad de sentir y transmitir Alegría. Es más, a veces cuando hemos vivido situaciones de intensa Alegría con alguna de estas personas que acompañamos, son un claro síntoma de que han reconectado con la Esperanza, con una nueva mirada hacia sus propias posibilidades.

Acabo esta reflexión con una interpelación que me hago a mi mismo (en todo caso os invito a hacer lo propio si os place): ¿qué me pasa cuando en mi día a día no hay Alegría?, ¿de qué sirve el esfuerzo y el compromiso si no hay Alegría? ¿es real esta Esperanza si no cabe la Alegría?

Mijail Acosta Martínez 
Barcelona (España)

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