La gratuidad, manifestación de la fraternidad
El Papa Emérito,
Benedicto XVI, en su encíclica Caritas in Veritate afirma que el desarrollo económico, social y político necesita,
si quiere ser auténticamente humano, dar espacio al principio de
gratuidad como expresión de fraternidad» (CiV 34). En otras palabras, la
gratuidad es un indicador de la fraternidad que se viva en una determinada
sociedad.
En este caso, la palabra fraternidad no se refiere a los lazos de sangre,
sino a una relación más fundamental. La globalización nos hace ver que el
devenir de los diversos países está estrechamente interrelacionado. Lo que
ocurre en el otro lado del globo puede afectar directamente mi día a día. Sin
embargo esta interrelación no significa que se de una relación de fraternidad
entre las personas.
Benedicto XVI afirma que existe una correlación entre la vivencia de
gratuidad y la vivencia de fraternidad. Veamos en primer lugar qué entendemos
por vivencia de gratuidad. Por lo general consideramos como gratuito aquello
que nos es dado o que damos sin esperar nada a cambio. Es algo que se nos da
sin que nos obligue a nada. No se rige por un contrato. Podríamos decir que se sale
de la lógica de la justicia conmutativa. Pero esta definición, de dar sin
esperar retorno, siendo cierta, no es suficiente.
Los largos años de crisis y el deterioro laboral, la bajada de salarios, el desempleo ha llevado a muchas personas a situaciones dramáticas. Al mismo tiempo hemos podido ver grandes gestos de solidaridad para ayudar a quienes se encontraban en situaciones de mayor precariedad. En general, con estas ayudas no se espera retorno, o por lo menos no un retorno material. Ahora bien, cabe preguntarnos si realmente son gratuitas. ¿No se tratará antes de justicia más que de gratuidad? ¿Las obras de misericordia son expresión de la gratuidad o del deber que tenemos de propiciar que toda persona tenga lo necesario para desarrollar dignamente su vida?
Conozco una señora, ya anciana, que ha practicado lo que llamamos “caridad” a lo largo de toda su vida, y siempre repite que tenemos de dar de forma que quien ayudamos nos perdone que le tengamos que ayudar.
Es el conjunto de nuestra sociedad que genera situaciones de injusticia social que claman al cielo, y como afirma el Papa Francisco en la exhortación apostólica Evangelii Gaudium “esta economía mata” (EG 54), genera exclusión. Entonces, es de justicia que como sociedad busquemos mecanismos para paliar el daño que provocamos.
Volviendo a la gratuidad, estos gestos de solidaridad antes indicados, sin dejar de ser generosos, sin embargo aún no alcanzan la gratuidad, pues tan sólo son de justicia.
Lo gratuito es lo sobreañadido, lo que no es necesario, porque para ser
gratuito tiene que poder no darse, tiene que ser innecesario. Al que pasa
hambre no puedo no darle de comer, por lo tanto no es gratuito.
Muchas veces en nuestra sociedad más que fraternidad lo que vemos es la
desconfianza o la indiferencia. El que pide en la esquina de la panadería es un
sin-techo, o un marginado, un excluido, un inadaptado…
Hace unas semanas, una comunidad religiosa que gestiona un comedor social
decidió hacer una comida de fiesta a la que invitó los más desfavorecidos del
comedor social. Tuvo el privilegio de ser una invitada más como ellos. La
comida fue muy agradable, hablamos de los problemas de cada uno, nos conocimos.Pasados unos días encontré en una esquina a Pedro, uno de los invitados. Yo ya sabía que vivía en la calle, pero cuando lo vi allí el corazón me dio un vuelco.
Sí, Benedicto XVI tiene razón, para que se viva fraternalmente tiene que
haber algo más que un dar sin esperar retorno, tiene que haber vivencia de
gratuidad. Aquella pequeña fiesta organizada por las religiosas, buscaba algo
más que saciar el hambre de personas en situaciones muy extremas, por lo que
tenía de gratuito generó fraternidad.
Clara Isabel Matos
Portugal
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