Del ser que nos es dado al ser que se da
Cuando
nos preguntamos por nuestro origen concreto, miramos a nuestros padres,
abuelos, a la sociedad de la cual descendemos. Sin ellos no habríamos existido,
pues la única posibilidad que teníamos de llegar a existir, era precisamente
nacer de nuestros padres, y además en el preciso momento en que fuimos
concebidos, sino hubiera existido otra persona.
Este
hecho que puede parecer tan simple nos revela dos características muy
importantes de nuestro ser. La primera es que somos un ser frágil, vulnerable,
poco probable, pues cualquier pequeño acontecimiento hubiera podido impedir
nuestra existencia. Es más había millones de probabilidades (aquí es importante
que distingamos probabilidad de posibilidad) de que los acontecimientos fueran
distintos de como fueran. Por lo tanto en primer lugar somos un ser precario,
altamente improbable, y sin embargo ¡EXISTIMOS!
Pero nuestra radical improbabilidad nos revela
algo más de nosotros mismos. ¿De qué se trata? Prosigamos nuestra
reflexión. Si éramos improbables, y nuestra existencia dependía de la
concurrencia de un sinfín de acontecimientos, significa que la razón de nuestro
ser no está en nosotros mismos, sino que se encuentra fuera de nosotros. No
existimos por nuestra propia voluntad, sino por la voluntad de otro. En
conclusión, somos un ser dado. Don Antonio Couto, obispo portugués, afirma que
don y creación coinciden. No es que estemos ahí, y que por superposición se nos
añada después el ser dado, como si se tratase del papel de Navidad o de regalo
que envuelve nuestro ser[1].
Continuemos
reflexionando sobre ello, sigamos tirando de este hilo…
Si la
naturaleza de nuestro ser es ser dados, significa que nuestro ser se alimenta
del don recibido. Pero este don no es un don recibido de golpe, sino que somos
un don que aún nos está siendo dando. Si en algún momento nuestra vida dejara
de ser un don recibido, caeríamos en la nada.
Pero
¿en qué nos basamos para afirmar que somos un don que está siendo dado? En
nuestra fragilidad. Somos un ser tan vulnerable que tenemos que ser cuidados a
lo largo de toda nuestra vida.
Ahora
bien, el hecho de que seamos dados significa que al mismo tiempo somos un ser
abierto a lo que está más allá de nosotros mismos. Abierto por lo menos a Aquel
que nos ha dado y que continua dándonos el ser, abiertos a Dios. O sea que al
par creación-don propuesto por Don Antonio Couto le tenemos que añadir
abertura. Somos un ser creado dado y por
ello abierto.
Nuestra
fragilidad al mismo tiempo permite que nos vayamos construyendo. La precariedad
genética que nos hace totalmente dependientes del cuidado de otro cuando
nacemos se debe a (o propicia) nuestra libertad. Y gracias a ella somos un ser
en construcción, un ser de deseos que sueña y emprende proyectos.
Personalmente
me gusta contemplar mis sueños, mis deseos más profundos, me ayudan a conocerme
y comprenderme mejor. Pero cuando los contemplo veo que no son sólo míos.
Reconozco en ellos la huella de muchas personas, de aquellas que coexisten
conmigo y de aquellas que me antecedieron. Los reconozco por una palabra que me
dieron, por un gesto, un libro que leí. Pero si lo que contemplo son los sueños
que realicé la marca de los otros aún es mayor. Los recursos que me fueron
dados, el impulso, las ideas… De esta forma los otros se convierten en un don
para mí ¿y yo en un don para los otros?
Entonces
descubro que soy un ser dado, que está siendo dado por Dios que me crea y
recrea constantemente y a quien muchos otros se le dan, y que se da él mismo.
En
definitiva somos un ser creado - don
recibido – abierto - en proyecto - don dado.
Quizá
la plenitud de nuestro ser es llegar a convertirnos en don dado, en don
entregado, para convertirnos mutuamente en un don los unos para los otros.
Gemma
Manau
Portugal
[1] António Couto, Como uma dádiva:
Caminhos de antropologia bíblica (Lisboa: Universidade Católica Editora,
2002), 47-48.
2 comentarios:
Un artículo Magistral!!! Me ha gustado mucho y hecho mucho bien.
Un don los unos para los otros... ¡Esto debe ser el cielo!
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