El gozo que se manifiesta en la relación de Dios con los hombres, cuando estos practican el mal
“En la “Conversación en el Desierto de Santa Eulalia” convocada por el Espacio Dolores Bigourdan, el pasado 16 de diciembre de 2010, sobre “La humildad trascendental”, se invitó al filósofo Jordi Giró para que hiciera una aportación sobre el importante tema del Mal. Se partía de un texto de Alfredo Rubio de Castarlenas sobre la aceptación –gozosa- del pecado, que “nos ha merecido tal Redentor” (San Agustín).
“En la “Conversación en el Desierto de Santa Eulalia” convocada por el Espacio Dolores Bigourdan, el pasado 16 de diciembre de 2010, sobre “La humildad trascendental”, se invitó al filósofo Jordi Giró para que hiciera una aportación sobre el importante tema del Mal. Se partía de un texto de Alfredo Rubio de Castarlenas sobre la aceptación –gozosa- del pecado, que “nos ha merecido tal Redentor” (San Agustín).
“La humildad trascendental es aceptar que en el mundo hay pecados; no solamente que el mundo y los humanos somos limitados, de lo cual se deducen dolores y padecimientos, sino esa especial limitación que es ser pecadores, hacer el mal libremente, padecer el mal evitable, el mal absurdo y sin sentido que hacemos los humanos. ¡Y aceptarlo con alegría! Claro que esta aceptación gozosa no es resignación y pasividad frente a los pecados, al contrario, es la mejor manera de luchar para evitarlos en adelante; pero los anteriores a mi concepción, en los cuales no tuve responsabilidad alguna, ¡benditos sean!, de lo contrario yo no existiría, ¡…y me alegro tanto de existir! Es lo que canta la Iglesia en una liturgia tan solemne como la noche de Pascua: ¡oh, feliz culpa que nos mereció tal redentor! (Alfredo Rubio de Castarlenas)
El profesor Giró, al comenzar, quiso resaltar la alegría que despierta la constatación de la particular relación de Dios con el hombre, que se manifiesta precisamente cuando éste obra el mal.
Referente a la relación de Dios con el mal, recordó a Jacques Maritain en la obra Dieu et la permission du Mal, que apunta dos ideas provocadoras. La primera es que Dios no es responsable del mal; ni directamente, provocándolo, ni indirectamente, permitiéndolo. En contra de lo que algunos piensan, Maritain dice que Dios es absolutamente inocente del mal del mundo.
Y la segunda idea es que el mal no tiene entidad positiva. El mal, dice el mismo autor, no es un ser, sino ausencia de bien. Es como un parásito, que vive del bien del cual se alimenta, y sólo de él; de tal manera que cuando ha matado al ser del cual vive, que le ha chupado toda la sangre, también muere él. Su condición de posibilitad es la vida y la energía del que parasita. El mal sería, entonces, una forma de parásito.
Sin embargo, se suele identificar el mal como una fuerza de signo negativo, contrapuesta a la del bien. Bien contra mal, en una eterna lucha manifestada en películas como "La guerra de las galaxias". En sentido más culto es lo que llamamos el maniqueísmo.
El origen del bien es Dios. El origen del mal, el hombre. Es una iniciativa humana. Adán y Eva introducen el mal abusando de su libertad. Cuando hacemos el mal, cuando “pecamos”, provocamos el “des-ser”. Maritain usa un neologismo curioso: dice que, al hacer el mal, “néantons”, que "nadeamos".
Explicaba el profesor Giró que en la parábola del hijo pródigo (Lc. 15, 11-32) éste hace el mal, pero convencido que para él es un bien. Se descarría como la oveja perdida. Hace el mal por ignorancia, y desconoce en realidad qué es el mal. En cambio, en el perdón de la mujer adúltera (Jn. 8, 1-11), no hay arrepentimiento de ella, ni reconocimiento explícito del mal producido. Pero Jesús aquí, como juez, también la perdona. Jesús no pone ninguna condición previa para su perdón.
Y se preguntaba el profesor: ¿Qué pasa con aquellos que hacen el mal consciente y intencionadamente, y no por error o inconsciencia, queriendo el mal como tal? Y respondía: Pues que estos también son perdonados.
Jesús nos presenta un Dios del cual sólo podemos esperar su amor misericordioso. De Dios nunca podemos esperar el mal.
Jordi Giró se refirió al gozo del cual habla Alfredo Rubio en la presentación del tema, que no es la aceptación del mal, ni su aprobación, ni ninguna clase de relativismo que confundiera las fronteras entre el bien y el mal. Sino que esta alegría nos describe una situación. Es a través de la experiencia del mal, que descubrimos, por contraste, la profundidad y la gratuidad del amor de Dios.
Es en la relación que Dios tiene con los hombres que hacen el mal, donde se manifiesta realmente la esencia de Dios amor. De Él sólo podemos esperar: ¡Amor! Acogida, perdón, alegría, fiesta, banquete... ¡De Dios solamente podemos esperar EL BIEN!
Es de esta certeza, en la confianza en Él, que surge la alegría de la Pascua: “¡Oh feliz culpa que nos has manifestado este amor tan grande!” Tan grande que transforma la muerte en vida definitiva: es el mensaje de la resurrección del Cristo.
Terminó comentando que tenemos una tendencia a interpretar el mal como contrario al bien, incurriendo en errores de tipo maniqueo. Es la consecuencia inaceptable, de pensar en un Dios que lo sería todo, menos amor incondicional. Sin embargo, no llegamos suficientemente a las últimas consecuencias de la incongruencia de estos prejudicios que tenemos sobre Dios. Debemos de revisar la teodicea a la luz del Evangelio -¡la buena noticia!- del Dios de Jesús.
Referente a la relación de Dios con el mal, recordó a Jacques Maritain en la obra Dieu et la permission du Mal, que apunta dos ideas provocadoras. La primera es que Dios no es responsable del mal; ni directamente, provocándolo, ni indirectamente, permitiéndolo. En contra de lo que algunos piensan, Maritain dice que Dios es absolutamente inocente del mal del mundo.
Y la segunda idea es que el mal no tiene entidad positiva. El mal, dice el mismo autor, no es un ser, sino ausencia de bien. Es como un parásito, que vive del bien del cual se alimenta, y sólo de él; de tal manera que cuando ha matado al ser del cual vive, que le ha chupado toda la sangre, también muere él. Su condición de posibilitad es la vida y la energía del que parasita. El mal sería, entonces, una forma de parásito.
Sin embargo, se suele identificar el mal como una fuerza de signo negativo, contrapuesta a la del bien. Bien contra mal, en una eterna lucha manifestada en películas como "La guerra de las galaxias". En sentido más culto es lo que llamamos el maniqueísmo.
El origen del bien es Dios. El origen del mal, el hombre. Es una iniciativa humana. Adán y Eva introducen el mal abusando de su libertad. Cuando hacemos el mal, cuando “pecamos”, provocamos el “des-ser”. Maritain usa un neologismo curioso: dice que, al hacer el mal, “néantons”, que "nadeamos".
Explicaba el profesor Giró que en la parábola del hijo pródigo (Lc. 15, 11-32) éste hace el mal, pero convencido que para él es un bien. Se descarría como la oveja perdida. Hace el mal por ignorancia, y desconoce en realidad qué es el mal. En cambio, en el perdón de la mujer adúltera (Jn. 8, 1-11), no hay arrepentimiento de ella, ni reconocimiento explícito del mal producido. Pero Jesús aquí, como juez, también la perdona. Jesús no pone ninguna condición previa para su perdón.
Y se preguntaba el profesor: ¿Qué pasa con aquellos que hacen el mal consciente y intencionadamente, y no por error o inconsciencia, queriendo el mal como tal? Y respondía: Pues que estos también son perdonados.
Jesús nos presenta un Dios del cual sólo podemos esperar su amor misericordioso. De Dios nunca podemos esperar el mal.
Jordi Giró se refirió al gozo del cual habla Alfredo Rubio en la presentación del tema, que no es la aceptación del mal, ni su aprobación, ni ninguna clase de relativismo que confundiera las fronteras entre el bien y el mal. Sino que esta alegría nos describe una situación. Es a través de la experiencia del mal, que descubrimos, por contraste, la profundidad y la gratuidad del amor de Dios.
Es en la relación que Dios tiene con los hombres que hacen el mal, donde se manifiesta realmente la esencia de Dios amor. De Él sólo podemos esperar: ¡Amor! Acogida, perdón, alegría, fiesta, banquete... ¡De Dios solamente podemos esperar EL BIEN!
Es de esta certeza, en la confianza en Él, que surge la alegría de la Pascua: “¡Oh feliz culpa que nos has manifestado este amor tan grande!” Tan grande que transforma la muerte en vida definitiva: es el mensaje de la resurrección del Cristo.
Terminó comentando que tenemos una tendencia a interpretar el mal como contrario al bien, incurriendo en errores de tipo maniqueo. Es la consecuencia inaceptable, de pensar en un Dios que lo sería todo, menos amor incondicional. Sin embargo, no llegamos suficientemente a las últimas consecuencias de la incongruencia de estos prejudicios que tenemos sobre Dios. Debemos de revisar la teodicea a la luz del Evangelio -¡la buena noticia!- del Dios de Jesús.
1 comentario:
Muy bueno el artículo sobre la humildad trascendental y como Dios es sólo amor incondicional, muy bueno, profundo, bien argumentado y claro de entender. Yo estuve en esta cena y ya no me acordaba de nada , ni siquiera lo he recordado.
Mil gracias, lola
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