¿Somos o estamos alegres? Esta es la distinción clave para descubrir y saber si realmente vivimos una inmensa alegría. A menudo, nos parece que para sentirnos alegres todo ha de salir bien sin cometer errores ni asumir fracasos. Esto sí que sería un terrible error ya que como seres humanos y limitados forman parte de nuestro ser las equivocaciones y los fracasos que han de ser asumidos para aceptarlos y corregirlos. Quien se cree invencible y capaz de no equivocarse probablemente se siente inmortal y seguro que no percibe ni siente la alegría. Además, cuando hablamos de sensaciones de más o menos alegría es necesario distinguir otras percepciones que también sentimos como la euforia, el entusiasmo, la felicidad, el placer o el gozo, pero son actitudes diferentes.
Ser profundamente alegre supone haberse percatado del hecho de existir y de las posibilidades que lo han condicionado. Cuando uno es consciente de este hecho y acepta todo aquello que le ha posibilitado su existir de forma realista y auténtica sin esconder ni un matiz, vive, siente y contagia esta inmensa alegría existencial que surge desde lo más íntimo del ser.
Estar alegre depende del estado de ánimo que es ondulante, del cual influyen muchos aspectos: desde la salud, el buen humor, el clima… Son muchos los factores que alteran a la persona y sí, fácilmente, se deja influenciar siente estos desniveles que sin saber el porqué está más o menos alegre. Igualmente este estado de ánimo interior se expresa en el rostro exterior que explicita claramente como uno se siente. A veces, incluso querer mostrar una sonrisa sin sentirla es una falsa alegría porque no corresponde al sentimiento real.
La Beata Madre Teresa de Calcuta fue un testimonio de la alegría de amar y de darse a los demás. Su biografía relata que la alegría, precisamente, no es simplemente cuestión de temperamento. Ella insistía que la alegría debía crecer en los corazones y por eso “la alegría es oración, la alegría es fuerza y la alegría es amor”. Además en su trabajo para los más pobres entre los más pobres, siempre, decía a las monjas que “una sonrisa en los labios alegra nuestro corazón y guarda nuestra alma en paz”. Por lo tanto, ante esta realidad vivida por la Madre Teresa y ante su legado de la Misioneras de la Caridad es impresionante tener presente sus palabras que nos invitan a vivir con mucha profundidad la alegría desde la raíz también de nuestro ser ya que: “Sin alegría no hay amor, y el amor sin alegría no es verdadero amor. Por eso, necesitamos traer ese amor y esa alegría al mundo de hoy”.
Este mundo de hoy es nuestro entorno, nuestro ambiente, nuestra realidad cotidiana… pero un gran papel a ejercer en este sentido es desde la educación tanto en las familias como en las escuelas es el aprendizaje de la alegría como tarea primordial para poder cultivar la alegría por el gozo de existir. Si lo que decía Romano Guardini que “educamos más por lo que somos y hacemos que por lo que decimos” posibilita ser personas alegres y modificar nuestras actitudes. Es posible que desde esta reflexión se pudiera dar más sentido y valor a otras realidades que probablemente prescindimos de ellas. La alegría es un reto humano que nos invita a ser emprendedores y creativos en cualquier quehacer. Las personas realmente alegres son capaces de contagiar con palabras, actitudes y gestos, este ánimo para ayudar a superar contrariedades. Además vivir esta inmensa alegría te hace sentir libre porque no depende de ninguna fórmula ni receta, únicamente depende del ser, del propio deseo de vivir desde la alegría y con la alegría porque la verdadera alegría nace de la bondad de nuestras acciones e intenciones.
Parecido a la alegría profunda por el sólo hecho de existir podría ser la perfecta alegría vivida y proclamada por San Francisco de Asís que tuvo la valentía y paciencia de aguantar toda una noche al ser rechazado y sin embargo no se molestó: “Esa es la verdadera alegría y la verdadera virtud y salvación del alma”. Como nos recuerda la cabecera de este pliego “No hay alegría si no hay paz”, esto nos confirma que Francisco de Asís se sentía y vivía en paz y esto le permitía aguantar cualquier situación, a pesar de ser una injusticia.
Otro requisito significativo para saber si eres persona alegre es alegrarte, también, de los demás por el sólo hecho de existir y de todo lo que les acontece. No se trata solamente de mostrar una sonrisa sino que es sentirlo desde el corazón. ¡Este es un buen termómetro para verificar si realmente eres alegre!
Asimismo la alegría también se considera como una virtud. Cuando Santa Joaquina de Vedruna hablaba de la alegría no se refería un mero sentimiento ni a una alegría psicológica, sino “de una alegría ontológica: de un ganar peldaños en la ascensión hacia la propia plenitud. Es, por tanto, un estado dinámico constitutivo de la persona. Por esto existe el verbo alegrarse. Y este estado dinámico es fruto de un esfuerzo personal. En este sentido es una virtud: es una forma de ser y de reaccionar ante la vida de modo creativo. Es una modulación esencial de la personalidad: ser alegre”.
Ella misma dijo “atreveos a ser alegres en todo momento”. Este es el gran reto y llamada a todo ser humano que a pesar de grandes dificultades y situaciones difíciles poder vivir una inmensa alegría porque surge de nuestro corazón que desea vivir y compartir aquello que soy.
Assumpta Sendra Mestre
Barcelona (España)
Ser profundamente alegre supone haberse percatado del hecho de existir y de las posibilidades que lo han condicionado. Cuando uno es consciente de este hecho y acepta todo aquello que le ha posibilitado su existir de forma realista y auténtica sin esconder ni un matiz, vive, siente y contagia esta inmensa alegría existencial que surge desde lo más íntimo del ser.
Estar alegre depende del estado de ánimo que es ondulante, del cual influyen muchos aspectos: desde la salud, el buen humor, el clima… Son muchos los factores que alteran a la persona y sí, fácilmente, se deja influenciar siente estos desniveles que sin saber el porqué está más o menos alegre. Igualmente este estado de ánimo interior se expresa en el rostro exterior que explicita claramente como uno se siente. A veces, incluso querer mostrar una sonrisa sin sentirla es una falsa alegría porque no corresponde al sentimiento real.
La Beata Madre Teresa de Calcuta fue un testimonio de la alegría de amar y de darse a los demás. Su biografía relata que la alegría, precisamente, no es simplemente cuestión de temperamento. Ella insistía que la alegría debía crecer en los corazones y por eso “la alegría es oración, la alegría es fuerza y la alegría es amor”. Además en su trabajo para los más pobres entre los más pobres, siempre, decía a las monjas que “una sonrisa en los labios alegra nuestro corazón y guarda nuestra alma en paz”. Por lo tanto, ante esta realidad vivida por la Madre Teresa y ante su legado de la Misioneras de la Caridad es impresionante tener presente sus palabras que nos invitan a vivir con mucha profundidad la alegría desde la raíz también de nuestro ser ya que: “Sin alegría no hay amor, y el amor sin alegría no es verdadero amor. Por eso, necesitamos traer ese amor y esa alegría al mundo de hoy”.
Este mundo de hoy es nuestro entorno, nuestro ambiente, nuestra realidad cotidiana… pero un gran papel a ejercer en este sentido es desde la educación tanto en las familias como en las escuelas es el aprendizaje de la alegría como tarea primordial para poder cultivar la alegría por el gozo de existir. Si lo que decía Romano Guardini que “educamos más por lo que somos y hacemos que por lo que decimos” posibilita ser personas alegres y modificar nuestras actitudes. Es posible que desde esta reflexión se pudiera dar más sentido y valor a otras realidades que probablemente prescindimos de ellas. La alegría es un reto humano que nos invita a ser emprendedores y creativos en cualquier quehacer. Las personas realmente alegres son capaces de contagiar con palabras, actitudes y gestos, este ánimo para ayudar a superar contrariedades. Además vivir esta inmensa alegría te hace sentir libre porque no depende de ninguna fórmula ni receta, únicamente depende del ser, del propio deseo de vivir desde la alegría y con la alegría porque la verdadera alegría nace de la bondad de nuestras acciones e intenciones.
Parecido a la alegría profunda por el sólo hecho de existir podría ser la perfecta alegría vivida y proclamada por San Francisco de Asís que tuvo la valentía y paciencia de aguantar toda una noche al ser rechazado y sin embargo no se molestó: “Esa es la verdadera alegría y la verdadera virtud y salvación del alma”. Como nos recuerda la cabecera de este pliego “No hay alegría si no hay paz”, esto nos confirma que Francisco de Asís se sentía y vivía en paz y esto le permitía aguantar cualquier situación, a pesar de ser una injusticia.
Otro requisito significativo para saber si eres persona alegre es alegrarte, también, de los demás por el sólo hecho de existir y de todo lo que les acontece. No se trata solamente de mostrar una sonrisa sino que es sentirlo desde el corazón. ¡Este es un buen termómetro para verificar si realmente eres alegre!
Asimismo la alegría también se considera como una virtud. Cuando Santa Joaquina de Vedruna hablaba de la alegría no se refería un mero sentimiento ni a una alegría psicológica, sino “de una alegría ontológica: de un ganar peldaños en la ascensión hacia la propia plenitud. Es, por tanto, un estado dinámico constitutivo de la persona. Por esto existe el verbo alegrarse. Y este estado dinámico es fruto de un esfuerzo personal. En este sentido es una virtud: es una forma de ser y de reaccionar ante la vida de modo creativo. Es una modulación esencial de la personalidad: ser alegre”.
Ella misma dijo “atreveos a ser alegres en todo momento”. Este es el gran reto y llamada a todo ser humano que a pesar de grandes dificultades y situaciones difíciles poder vivir una inmensa alegría porque surge de nuestro corazón que desea vivir y compartir aquello que soy.
Assumpta Sendra Mestre
Barcelona (España)
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