Tante entre nosotros
era ya ¡una grande fiesta!
y no sólo las Claraeulalias
la vivían gozosas,
también los Santiagueros
bien deseaban
participar en ella.
Tante, dócil, humilde, fuerte
-de aquella invisible, recóndita
fortaleza del alma-,
se dejaba llevar a cualquier parte
en total abandono y casi sin preguntas
confiando siempre, en vosotros
cual luz en el alba.
Y la hacíais andar hasta la mesa
sin que quisiera percatarse
que ¡era ella misma!
la mayor causante del festivo contento:
la que nos daba luz, la Paz y la Alegría
como la ofrece el sol levante.
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¿Y ahora?
Ahora la sabemos reclinada
a la vera del Padre en el Banquete
de la Dicha sin fin.
Y con vista y sonidos recobrados,
irá poniendo apodos a los Ángeles
que la sirvan alrededor.
Los llamará con nombres
que ella bien conoce:
Alberto, Antón Mª,
Edu, Ricardo,
Paco y Fernando, Alfonso,
Labarta, Lorenzo, Xavier
y el joven Abellán.
que iban y volvían
cual rumorosos cangilones de suave noria
girando siempre en torno de ella.
(...y para los Arcángeles,
aquéllos dulces y rotundos nombres
de los mayores, de los "viejos",
-aprendidos ya antes de llegar-
incrustados a fuego en su memoria).
Alfredo Rubio de Castarlenas
Barcelona 1919 - 1996
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