12 de mayo de 2009

El milagro de Caná


Hay muchos tipos de preguntas; muchos modos de preguntar y otras tantas maneras de responder.

En el inicio de la vida pública de Jesús, éste le hace una pregunta a su madre. Ambos están en la celebración de una boda en Caná de Galilea (Jn 2,1-4). Y ya sabemos lo que María dice a su hijo en un momento crítico de la celebración: «No tienen vino». Claro y escueto. No le pide nada, no le pregunta nada y mucho menos se lo exige; se limita a mostrar algo que está ahí; algo evidente para una mujer siempre diligente ante las necesidades de otros.

La respuesta de Jesús también es clara aunque tiene forma de pregunta. Su requerimiento no es por qué se han quedado sin vino, ni cómo han sido tan poco previsores, ni si no será que alguien lo robó... Lo que pregunta remite directamente a un sujeto y a un objeto. Pregunta a María y pregunta qué puede hacer él al respecto.

Ya sabemos que las traducciones de los textos originales nos dejan versiones que muestran distintos matices. En una de ellas, Jesús dice «¿Qué tengo yo contigo, mujer?»; en otra, «¿Y qué tengo que ver con ello?»

Ante eso, María no responde directamente a Jesús, sino a quienes están alrededor: «haced lo que él os diga.» En su silencio hacia Jesús hay una rotunda respuesta: —Hijo, tú tienes todo que ver con ello; de ti depende que siga la fiesta aquí y en el mundo entero que sufre por falta de amor.

¿Qué tengo que ver yo con eso? No pongamos en esas palabras nuestra desidia, nuestra falta de ganas de complicarnos la vida. Porque Jesús, humildemente, lo que hace es pedir a María que sea ángel mensajero de Dios, que le muestre lo que puede hacer con el don de Dios, que sea la luz que ilumine los carismas con que Dios le ha dotado para bien de todos.

Y es que, a veces, son la mirada y la palabra de otros los que nos descubren carismas, don de Dios, misión. Porque ellos tienen esperanza en nosotros. La esperanza y la confianza obran milagros en las personas.

Está bien que preguntemos a los demás sobre Dios en nuestra vida: pertenece al ámbito de la amistad íntima. Al amigo se le pregunta en confianza, «¿qué ves en mí, en clave de Dios?» Como amigos, otros nos preguntan eso mismo, ¡qué exigencia...!

También nosotros intercambiamos preguntas y respuestas con Jesús, a la luz de como lo hacen él y María. Jesús nos pregunta qué tiene que ver con muchas cosas de nuestra vida: qué le pedimos, qué le dejamos hacer, en qué le dejamos entrar y en qué no.

Pero también nosotros haríamos bien en preguntarle qué tenemos que ver con eso, con la vida de otro, con sus cosas. Tal vez así se obrarían milagros a través nuestro.

No puedo evitarlo. Al contemplar la boda de Caná, a veces me pregunto cuál es el verdadero milagro, si que el agua se convirtiera en vino, o que aquellos sirvientes confiaran e hicieran algo absurdo que un invitado, Jesús, les dijo por indicación de una mujer llena de luminosa certeza.

Natàlia Plá Vidal
España

1 comentario:

Belu dijo...

Hermoso. Sencillamente estupendo. Iluminada estuviste al escribirlo, sin duda alguna.
Gracias por compartir tu reflexión.