Necesitamos una inundación de amor…
Al final del año litúrgico de la Iglesia
Católica, se suelen leer textos de estilo apocalíptico. Como por ejemplo el 33º
domingo del tiempo ordinario, Marcos 13, 24-32.
Este lenguaje nos resulta extraño hoy, pero en tiempos de Jesús, en
Medio Oriente, era corriente. Más que hacer una larga explicación sobre el
estilo “apocalíptico”, quizás vale la pena buscar en qué se diferencia el texto
bíblico de otros textos de la misma época. O ¿qué es lo que Jesús quiere decir cuando
usa este lenguaje? La mayoría de los teólogos afirman que estos textos no pretenden dar miedo, sino revelar que al final
siempre gana el Dios del amor
(“apocalipsis” significa “revelación”).
Es sorprendente descubrir en medio de este
texto apocalíptico, la parábola de la higuera: “cuando las ramas se ponen
tiernas y brotan las yemas, deducís que el verano está cerca; pues cuando veáis
vosotros que esto sucede, sabed que él (Jesús) está cerca, a la puerta”. Me
ha hecho pensar en las recientes inundaciones en Valencia (España). En medio de
este desastre natural y político, en medio del dolor de los afectados, brotan
yemas: ver la solidaridad de los miles de voluntarios; ver la generosidad de
las personas en las campañas para recolectar fondos; ver la ayuda mutua entre
vecinos, amigos y familiares… Son estos
hechos los que revelan el misterio del amor. Son estos gestos que muestran que
las palabras de Jesús no han pasado, sino que están vivas al interior de muchas
personas.
Quizás lo más sorprendente del mensaje del
Evangelio es que no hace falta esperar los últimos tiempos, no hace falta
esperar desastres, para crear una cultura de amor. En vez de sembrar miedo, nos
invita a cuidar esta solidaridad, este amor, que ya existe. Vale la pena
cultivarlo, hacerlo crecer hasta que sea la normalidad. Nuestro
mundo necesita una inundación de amor.
Pauline Lodder
Pineda de Mar- España
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