12 de noviembre de 2022

Piego nº 166

 

El Duelo, una experiencia

Pasar por la vida es recorrer un camino de aprendizaje continuo, en el que las experiencias que vamos viviendo, nos van forjando y van definiendo aquello que somos y la manera en la que afrontamos cada una de estas experiencias.

Dentro de este contínuum de experiencias vitales están las experiencias de pérdida. De pérdida de un ser querido, de pérdida de una relación, de pérdida de la salud, de pérdida de un trabajo o cambio de situación laboral…

Partiendo de la premisa que toda manera de vivir el duelo es válida y que cada persona tiene una forma única de hacerlo, podría decir que tanto desde mi experiencia personal, como desde mi formación como persona que estudia para acompañar en la muerte y en el duelo, hay aspectos -que pienso y siento- que pueden ayudar a vivir el duelo, y que a mí, concretamente, me han ayudado.

¿Cuáles son estas ideas?

Empezaré por el hecho de haber crecido en una familia en la que se ha vivido la muerte con naturalidad, sin tabú, expresando la tristeza y también, a la vez, como parte de la vida y como un momento importante de agradecimiento por haber tenido a ese ser querido entre nosotros. Un ejemplo de ello fue cuando murió mi abuela materna con la que yo tenía mucha relación y a la que quería mucho. Murió a los 97 años y aunque estábamos tristes fue una celebración de vida. Una cosa que me llamó mucho la atención y a la vez me gustó fue que después de celebrar el funeral y de enterrarla, fuimos toda la familia a su casa, donde vivía junto con mi tío y su mujer, e hicimos una merienda de recuerdo, de homenaje…Lo sentí como un acto entrañable, lleno de amor y de naturalidad.

El haber sido acompañada, siempre, por mi familia y amigos, es decir, haber tenido una buena red de apoyo, que se ha hecho presente, en los momentos previos, durante y posteriores a la muerte de mis seres queridos. Recuerdo, especialmente, cuando murió mi padre, lo mucho que me ayudó y me marcó en positivo, los dos días de acompañamiento en el tanatorio y en el momento del funeral por parte de todo mi entorno. Allí me di cuenta de lo importante y clave que es ese momento para conectar con la pérdida y a la vez, para agradecer a la vida todo lo vivido y compartido con él. Y también el hecho de sentirme acompañada y querida en un momento difícil y de tristeza como es el de perder a un padre/madre.

 

 
El haberme dado tiempo. A los 39 años tuve dos pérdidas perinatales. Nuestro primer hijo, Martí, murió en la semana 21 de gestación, y el segundo, Bernat, en la semana 23. Después de esta segunda pérdida, necesité parar y pedí la baja durante cuatro meses. Este tiempo fue un tiempo para sentir la tristeza profunda y el miedo de, a lo mejor, no poder tener más hijos. Un tiempo para recuperarme, para cuidarme y así volverlo a intentar.

En estas dos pérdidas también fue muy importante, el hecho de que mi pareja y yo los tuvimos en brazos y nos despedimos de ellos, les pusimos nombre y los tenemos siempre presentes como parte de nuestra familia, como primer y segundo hijo. Y su hermana, Júlia, ahora de seis años, sabe que tuvo/tiene dos hermanos mayores, y que ella es la tercera. Es bonito ver cómo habla de ellos y los tiene presentes. Y también ayuda mucho que el entorno los nombre, que mis amigas me escriban y los recuerden en sus aniversarios y que se nos valide como madre y padre de tres hijos, no sólo de una hija.

Algo también muy importante, y que ya ha ido apareciendo, son los rituales de despedida. Los rituales son actos llenos de simbología, sacramentos de vida, que nos permiten expresar dolor y amor, que nos conectan con nuestra red social y que abren un espacio para vivir y conectar con la pérdida, ya que es desde esa conexión desde la que podemos despedirnos.

Recuerdo con especial cariño como, con la muerte de mi madre, nos reunimos mis cinco hermanos y yo en el comedor de su casa, de nuestra casa de infancia y juventud, para preparar su funeral. Aportando cada uno lo que quería decir, escogiendo las lecturas Bíblicas y las canciones, emocionándonos, riendo, recordando y agradeciendo sus 90 años de vida.

Un aspecto también muy importante es lo que se conoce como las necesidades relacionales de la persona en duelo: que cuando alguien de nuestro entorno esté en duelo, se pueda sentir creído y escuchado, validado en su forma de hacer frente al duelo, que pueda definir su forma única de vivirlo, que se sienta protegido en su expresión emocional, que sienta que su dolor tiene un impacto en nosotros y que pueda expresar su amor y su vulnerabilidad.

Como vemos, el duelo es algo natural, instintivo, personal y único. Cada uno lo vive como puede, como quiere, como sabe… Y los demás, lo que podemos hacer y que es valiosísimo, es acompañar y respetar.

Por último me gustaría acabar compartiendo unas palabras del psicólogo y psicoterapeuta mexicano, Adrián Chaurand, en las que define la experiencia de duelo de una forma muy bella y desde mi punto de vista, muy real: 

“Las experiencias de vida conocidas como duelos son periodos de adaptación a los cambios, principalmente, a aquellos cambios que no tenían de forma previa una coherencia con nuestra manera de comprender la vida o que simplemente no esperábamos... 

Los duelos son oportunidades de evolucionar, de reconstruirnos, de desaprender... 

De recablear nuestro cerebro, de cuidar nuestro cuerpo y armonizar nuestra mente, de buscar sentido(s) o nuevo(s) sentido(s) a nuestra existencia... 

Los duelos son un momento de parar, de crear consciencia... Son el tiempo de preparación física, conductual, emocional, espiritual y mental para iniciar una nueva etapa de nuestras vidas” 

María Ángeles Jiménez Puig

 

 

Atisbo

 


Imagen acompañada de un escrito o pensamiento de Dolores Bigourdan (Canarias 1903 - Barcelona 1989) con el fin de ofrecer un espacio de reflexión. 

 

En Clave de 'Ser' - El hombre y la ecología



 

En Clave de Ser, un montaje radial, elaborado por el equipo del Espacio Dolores Bigourdan, para ayudar a la meditación y la reflexión.