13 de octubre de 2024

Pliego nº 189

Contemplar como Tante

Durante siglos la humanidad ha vivido en un universo simbólico: lo real sólo es manifestación visible de aquello que es invisible a los ojos. Que, como decía Saint-Exupéry, es lo esencial. La realidad es una pequeña parte de la Realidad trascendente, escondida. Todavía hoy, en muchas partes del mundo, pero sobre todo en el emergente hemisferio sur, muchos viven esta razón misteriosa que la razón es incapaz de explicar pero que dialoga con la física cuántica, fundamento de una nueva filosofía.


Para devenir contemplativos de realidades, hemos de inmergirnos en la soledad y el silencio. Sentiremos entonces que la razón enmudece ante el misterio y se puede acurrucar ante él. Entonces descubrimos que toda persona es digna de ser amada -más allá de su apariencia o condición- por el sólo hecho de existir. Y llega a ser una interlocutora válida para poder construir comunidad, lugar de perdón, de ternura y de fiesta. 


Dolores Bigourdan (Tante) fue una contemplativa de realidades. Había soñado en ser religiosa, pero Dios le tenía preparados otros caminos. Y siguió la máxima de su época: “boda y mortaja del cielo baja”: unida en matrimonio con Jacques, convivió con él hasta su prematura muerte, y le siguió en sus campañas científicas y diplomáticas. En África aprendió a contemplar la naturaleza con otros ojos y al ser humano con benevolencia. De viuda supo contemplar el crecimiento de vocaciones al servicio de la Iglesia, en el sacerdocio y el diaconado. Y acompañó también a mujeres que como ella, velasen por la buena convivencia y la caseidad, el arte de orquestar la casa. En México, contempló activamente el coraje de unas madres que, como ella misma, estaban trabajadas por la vida. Ya de muy anciana, sin poder ver ni oír, supo contemplar hasta el final el misterio de la eucaristía y se dejó cuidar dócilmente por los que había acompañado, hasta el último suspiro. 


Una vez, a los dieciocho años, sin casi conocerla, la visité en su casa de la calle Lauria de Barcelona y le compartí mis sufrimientos adolescentes. Dolores casi no me dijo nada, pero me sentí acogido y escuchado, podríamos decir que su contemplación me ayudó a sanar.


Que Tante nos haga eficientes contemplativos de realidades. 


Jaume Aymar Ragolta

Barcelona. España


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