¿“Quien hallará la mujer fuerte"?
Tuve el privilegio de conocer a “Tante” en el último y fecundo tramo de su vida. Ella, Dolores González de Quesada nacida en las Palmas de Gran Canaria el 12 de junio de 1906, contrajo matrimonio con el científico y cónsul francés Jacques Bigourdan (1887-1954), quien estuvo haciendo unos estudios geométricos y de la fauna, en el Oeste Africano (Dakar, Casablanca…). Casi veinte años de diferencia de edad.
La conocí cuando ya era viuda; cuando se trasladó de Canarias, de su tierra natal a Barcelona. En aquel entonces, ella tendría casi unos sesenta años y se la veía fuerte, ágil, y con ideas muy claras y abiertas; con una gran capacidad de relación con las personas. Escuchadora y buena consejera.
Había vivido mucho tiempo, con su esposo en África. Allí se vivía con mucha intensidad: el clima intenso i las posibles enfermedades tropicales acechaban diariamente.
Él, Jacques Bigourdan, naturalista francés, de una familia tradicionalmente universitaria, investigadora, fue Agente Consular de Francia en Canarias, donde se conocieron. Ella, al contraer matrimonio, además de aprender el francés, aprendió, atendiéndolo, el cuido y atención de una persona mayor que ella.
El largo tiempo que vivió en Dakar no le fue extraño; más bien supo adaptarse al lugar, a pesar de las fiebres palúdicas que padeció.
El arduo trabajo, lo compartía con momentos de serenidad y paz. Tanto era así que, nos contaba, que una de las veces, que estaba sosegada haciendo unas labores, notó i vio un animalito que se le subía por la falda y que llevaba algo en la boca. Se lo dejaba sobre su falda y bajaba; y volvía con otro ser minúsculo; presentándole de esta manera toda su amplia camada. Ella les hizo una leve caricia i el animalito -aquella ratita- se fue marchando con su descendencia.
Ella nos mostró diversas fotografías de la granja que, con su esposo, construyeron también con sus brazos, a las afueras de Casablanca. Una reserva de animales salvajes para su estudio y cuidado. Y en la misma ciudad organizaban diversas actividades para españoles exiliados enfermos en el Hospital: distribuyendo libros, creando conversaciones y tertulias, también con su marido. E incluso organizando un taller de costura en su casa, con un grupo de mujeres.
Pues, sí, tuve el honor de conocer en mi juventud a esta gran mujer ya mayor. Y por extensión puedo decir: “tuvimos” este privilegio, pues muchos nos beneficiamos. Resuena a la señora que se refiere en la Biblia (¿“Quien hallará la mujer fuerte?” Proverbios 31:10).
Ella es la que, en esta etapa de su vida, vivida en plenitud, la conocimos un grupo de personas y la recibimos en casa nuestra, un grupo de jóvenes, de unos veintipico de años, guiados por el sacerdote Alfredo Rubio.
Fiel reflejo de esta realidad ella, a la vez, acogió y acompañó al aquel entonces incipiente grupo de jóvenes mujeres que componían el Grupo Claraeulalias, fundado por el mismo sacerdote.
Posteriormente, a pesar de su edad avanzada ella se trasladó a México donde también desarrolló una acción en favor de muchas mujeres que vivían solas y necesitaban ayuda.
Damos gracias a Dios, al Cielo, a la tierra, a la historia, a la vida, … por haber conocido a esta gran mujer. Ella está muy presente en nuestra vida.
José Luis
Socias
Barcelona
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